Este artículo es una reproducción de la nota 88 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 169:
El reduccionismo psicológico, en sentido positivista, no es capaz de dar razones sobre ese verdadero sentido de la vida, pues deja de lado la visión espiritual inherente al ser humano, una cuestión que pertenece propiamente a la metafísica (1). En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
NOTA (1):
Con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica (González y Trías, 2003:26-27). La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas). Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar (Negrete, 2015).
BIBLIOGRAFÍA:
González, J. y Trías, E. Cuestiones metafísicas . Madrid: Editorial Trotta, 2003.
Negrete, Juan Antonio. De la Filosofía como Dialéctica y Analogía. Madrid: Apeiron Ediciones, 2015.
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Extracto de la página 169:
El reduccionismo psicológico, en sentido positivista, no es capaz de dar razones sobre ese verdadero sentido de la vida, pues deja de lado la visión espiritual inherente al ser humano, una cuestión que pertenece propiamente a la metafísica (1). En filosofía, la metafísica estudia los aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación científica. Según Kant, una afirmación es metafísica cuando afirma algo sustancial o relevante sobre un asunto (“cuando emite un juicio sintético sobre un asunto”) que por principio escapa a toda posibilidad de ser experimentado sensiblemente por el ser humano. Algunos filósofos han sostenido que el ser humano tiene una predisposición natural hacia la metafísica. Kant la calificó de “necesidad inevitable”. Arthur Schopenhauer incluso definió al ser humano como “animal metafísico”. ¿No es la metafísica el modo de saber trascendental?
NOTA (1):
Con la constatación heideggeriana de que “todo comprender es comprenderse”, cabe destacar el papel positivo de la subjetividad en la hermenéutica, lo cual implica distinguir la subjetividad metafísica de lo que sería el ser humano individual, al que no se opone la hermenéutica (González y Trías, 2003:26-27). La metafísica, aunque problemática, es inevitable: el ser “humano” (cualquier ser con determinado grado de consciencia) es un ser metafísico, y la desaparición de la metafísica solo es posible con la desaparición del humano (o vivos semejantes de otros planetas). Una de las características del siglo XX ha sido la crítica sin contemplaciones a este tipo de filosofía eterna y sistemática que asociamos al término metafísica. Y, sin embargo, nada más actual que las cuestiones metafísicas. No hay manera de evitar que una y otra vez vuelva ese tipo de preguntas primeras sobre Dios, el hombre o el mundo, que quieren saber qué es lo que podemos conocer, qué es lo que debemos hacer o qué es lo que nos cabe esperar (Negrete, 2015).
BIBLIOGRAFÍA:
González, J. y Trías, E. Cuestiones metafísicas . Madrid: Editorial Trotta, 2003.
Negrete, Juan Antonio. De la Filosofía como Dialéctica y Analogía. Madrid: Apeiron Ediciones, 2015.
Este artículo es una reproducción de las notas 21, 22 Y 23 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 31:
Sin embargo, ¿dónde está ese pensamiento regenerador, al modo como lo hiciera Descartes en su día? Con dicho objetivo está escrita La educación cuántica., porque al decir del insigne Kant: “La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que la naturaleza es capaz”. ¿Pero quién provee la educación cognitiva imparcial y justa? Siguiendo la premisa del escritor escocés Walter Scott, “la parte más importante de la educación del hombre es aquella que él mismo se da”. Fue así como Descartes se auto instruyó para producir un pensamiento racional autónomo, libre de los dogmas religiosos, es decir, despertó su mente racional, solito, frente a la Santa Inquisición. Descartes (1999) tuvo que estructurar unas reglas del pensamiento en su Discurso del método (1) para salir de las garras de la Iglesia. Y yo debo hacerlo contra los poderes fácticos económicos, burgueses, monárquicos (2) y religiosos, aprovechando que ellos también están heridos de muerte. Para ello, he tenido que estudiar la historia del pensamiento, o sea filosofía, pues, como dijera el filósofo chino Confucio, “estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”. El saber sigue siendo mi humilde rescoldo para ser libre de pensamiento, de ahí mis diversas publicaciones a modo de librepensador.
NOTAS:
(1) El Discurso del método, cuyo título completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias, es la principal obra escrita por René Descartes (1596-1650) y una obra fundamental de la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino solo de hablar. Con esto Descartes trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desacertadas.
La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un planteamiento filosófico de René Descartes (1596-1650), el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. “Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su famoso Discurso del método (Descartes, 1999). La frase de Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas.
(2) Un artículo de Juan Felipe Arcila, Ingeniero civil, publicado en la revista deslinde.co con fecha 12-12-2014: La decadencia de la monarquía española sale a la luz pública.
La abdicación de Juan Carlos de Borbón como rey de España y el ascenso de su hijo Felipe VI al trono, no es sino un desesperado intento por lavarle la cara a una monarquía profundamente desprestigiada por los escándalos del rey Juan Carlos y su familia, vinculados a delitos ambientales, lavado de dinero y corrupción. Los últimos hechos de corrupción de la Monarquía española reflejan su decadencia como institución y en consecuencia la pérdida de apoyo de las capas populares españolas.
Uno de los últimos escándalos del Rey Juan Carlos, la cacería de elefantes en Botswana al Sur de África, suscitó las críticas de diversas organizaciones ecologistas y especialmente de la WWF (World Wild life Fund for Nature por sus siglas en inglés), que cuenta con programas de protección de la fauna salvaje y de la cual el monarca fue presidente honorífico desde 1968 hasta que fue eliminado del cargo a causa del escándalo. La sociedad española desde siempre ha conocido esta afición del monarca pero en esta ocasión el escándalo se hizo mayor por la suma de acontecimientos delictivos y corruptos de la Casa Real que han salido a la luz pública en los últimos meses. La pérdida de popularidad del Rey Juan Carlos y de toda la institución monárquica va más allá de sus reprochables hobbies, escándalos personales o de los conflictos en el seno de la familia real que han sido registrados por la prensa rosa de amplia difusión en España.
Su descrédito ha tomado fuerza con la imputación a miembros de su familia por casos de corrupción, blanqueo de capitales y fraude fiscal que ha suscitado el descontento de las clases populares españolas que sufren la crisis económica en medio del desempleo, la congelación de salarios y recortes al gasto público. La trama de corrupción conocida como el caso Nóos que involucra a la infanta Cristina y a su esposo Iñaki Urdangarin con el desvío de millones de euros de dinero público a empresas privadas de su propiedad, evasión de impuestos, tráfico de influencias y abusos de poder en relación a empresas privadas y administraciones públicas (1).
Las prebendas, favores, negocios y relaciones de la monarquía con sociedades y entidades privadas no es nada nuevo, la fortuna del Rey Juan Carlos está relacionada con oscuros negocios en el petróleo, la especulación financiera y los negocios inmobiliarios y sus amistades con una élite económica… que terminó enjuiciada por corrupción y en algunos casos entre rejas (2). Incluso algunos miembros de confianza de la Casa Real están relacionados con las grandes empresas, como el caso de Fernando Almansa consejero privado del Rey que es miembro del Consejo de Administración de Telefónica.
Pero la presión de la Casa Real sobre los medios de comunicación ha ocultado las andanzas de la monarquía, tal como lo expresa el periodista Pascual Serrano de Le Monde Diplomatique: “A diferencia de otras monarquías como la británica, la española ha estado blindada frente a la crítica de los medios de comunicación. Se trata de un caso evidente de censura apoyado por los directivos de la prensa y la mayoría de los periodistas, incluso los no españoles”. Son contados los libros publicados de crítica y denuncia, y solo hasta ahora se han registrado en la prensa un conjunto de hechos imposibles de ocultar.
Uno de los principales críticos de la Monarquía española, el senador vasco Iñaki Anasagasti, resume en tres renglones la imagen que la actual sociedad española tiene respecto al Rey Juan Carlos: “su vida privada no es nada ejemplar, sus gastos y sus relaciones con amigos comisionistas son impropios, y su falta de responsabilidad ante el delito es algo único en una Europa democrática” (3), en referencia al blindaje que le da la Constitución española de 1978 que le destina presupuesto del Estado para su sostenimiento y lo exime de toda responsabilidad (Artículo 65-1). El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma (Artículo 56-3). La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad.
La abdicación del Rey Juan Carlos y el traspaso de la corona a Felipe VI pretende restaurar su imagen y reputación, pero los sectores republicanos reclaman el fin de la Monarquía y el camino hacia una república presidencialista.
Notas:
1-Carlos Jiménez Villarejo: La Monarquía española, atenazada por la corrupción, El periódico, 5 de Abril 2013.
2-Pascual Serrano: Críticas contra la monarquía española de los escándalos sexuales al caso Urdangarin. Le Monde Diplomatique en Español Nº194, Diciembre 2011.
3-Iñaki Anasagasti, libro: Una monarquía protegida por la censura, Foca: 2009.
Bibliografía:
Descartes, René. Discurso del método. Madrid: Ediciones escolares, 1999.
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Extracto de la página 31:
Sin embargo, ¿dónde está ese pensamiento regenerador, al modo como lo hiciera Descartes en su día? Con dicho objetivo está escrita La educación cuántica., porque al decir del insigne Kant: “La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que la naturaleza es capaz”. ¿Pero quién provee la educación cognitiva imparcial y justa? Siguiendo la premisa del escritor escocés Walter Scott, “la parte más importante de la educación del hombre es aquella que él mismo se da”. Fue así como Descartes se auto instruyó para producir un pensamiento racional autónomo, libre de los dogmas religiosos, es decir, despertó su mente racional, solito, frente a la Santa Inquisición. Descartes (1999) tuvo que estructurar unas reglas del pensamiento en su Discurso del método (1) para salir de las garras de la Iglesia. Y yo debo hacerlo contra los poderes fácticos económicos, burgueses, monárquicos (2) y religiosos, aprovechando que ellos también están heridos de muerte. Para ello, he tenido que estudiar la historia del pensamiento, o sea filosofía, pues, como dijera el filósofo chino Confucio, “estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”. El saber sigue siendo mi humilde rescoldo para ser libre de pensamiento, de ahí mis diversas publicaciones a modo de librepensador.
NOTAS:
(1) El Discurso del método, cuyo título completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias, es la principal obra escrita por René Descartes (1596-1650) y una obra fundamental de la filosofía occidental con implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad precisa. En una carta que dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de manifiesto que no tenía intención de enseñar, sino solo de hablar. Con esto Descartes trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus contemporáneos por las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no consideraba desacertadas.
La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un planteamiento filosófico de René Descartes (1596-1650), el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. “Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su famoso Discurso del método (Descartes, 1999). La frase de Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas.
(2) Un artículo de Juan Felipe Arcila, Ingeniero civil, publicado en la revista deslinde.co con fecha 12-12-2014: La decadencia de la monarquía española sale a la luz pública.
La abdicación de Juan Carlos de Borbón como rey de España y el ascenso de su hijo Felipe VI al trono, no es sino un desesperado intento por lavarle la cara a una monarquía profundamente desprestigiada por los escándalos del rey Juan Carlos y su familia, vinculados a delitos ambientales, lavado de dinero y corrupción. Los últimos hechos de corrupción de la Monarquía española reflejan su decadencia como institución y en consecuencia la pérdida de apoyo de las capas populares españolas.
Uno de los últimos escándalos del Rey Juan Carlos, la cacería de elefantes en Botswana al Sur de África, suscitó las críticas de diversas organizaciones ecologistas y especialmente de la WWF (World Wild life Fund for Nature por sus siglas en inglés), que cuenta con programas de protección de la fauna salvaje y de la cual el monarca fue presidente honorífico desde 1968 hasta que fue eliminado del cargo a causa del escándalo. La sociedad española desde siempre ha conocido esta afición del monarca pero en esta ocasión el escándalo se hizo mayor por la suma de acontecimientos delictivos y corruptos de la Casa Real que han salido a la luz pública en los últimos meses. La pérdida de popularidad del Rey Juan Carlos y de toda la institución monárquica va más allá de sus reprochables hobbies, escándalos personales o de los conflictos en el seno de la familia real que han sido registrados por la prensa rosa de amplia difusión en España.
Su descrédito ha tomado fuerza con la imputación a miembros de su familia por casos de corrupción, blanqueo de capitales y fraude fiscal que ha suscitado el descontento de las clases populares españolas que sufren la crisis económica en medio del desempleo, la congelación de salarios y recortes al gasto público. La trama de corrupción conocida como el caso Nóos que involucra a la infanta Cristina y a su esposo Iñaki Urdangarin con el desvío de millones de euros de dinero público a empresas privadas de su propiedad, evasión de impuestos, tráfico de influencias y abusos de poder en relación a empresas privadas y administraciones públicas (1).
Las prebendas, favores, negocios y relaciones de la monarquía con sociedades y entidades privadas no es nada nuevo, la fortuna del Rey Juan Carlos está relacionada con oscuros negocios en el petróleo, la especulación financiera y los negocios inmobiliarios y sus amistades con una élite económica… que terminó enjuiciada por corrupción y en algunos casos entre rejas (2). Incluso algunos miembros de confianza de la Casa Real están relacionados con las grandes empresas, como el caso de Fernando Almansa consejero privado del Rey que es miembro del Consejo de Administración de Telefónica.
Pero la presión de la Casa Real sobre los medios de comunicación ha ocultado las andanzas de la monarquía, tal como lo expresa el periodista Pascual Serrano de Le Monde Diplomatique: “A diferencia de otras monarquías como la británica, la española ha estado blindada frente a la crítica de los medios de comunicación. Se trata de un caso evidente de censura apoyado por los directivos de la prensa y la mayoría de los periodistas, incluso los no españoles”. Son contados los libros publicados de crítica y denuncia, y solo hasta ahora se han registrado en la prensa un conjunto de hechos imposibles de ocultar.
Uno de los principales críticos de la Monarquía española, el senador vasco Iñaki Anasagasti, resume en tres renglones la imagen que la actual sociedad española tiene respecto al Rey Juan Carlos: “su vida privada no es nada ejemplar, sus gastos y sus relaciones con amigos comisionistas son impropios, y su falta de responsabilidad ante el delito es algo único en una Europa democrática” (3), en referencia al blindaje que le da la Constitución española de 1978 que le destina presupuesto del Estado para su sostenimiento y lo exime de toda responsabilidad (Artículo 65-1). El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa, y distribuye libremente la misma (Artículo 56-3). La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad.
La abdicación del Rey Juan Carlos y el traspaso de la corona a Felipe VI pretende restaurar su imagen y reputación, pero los sectores republicanos reclaman el fin de la Monarquía y el camino hacia una república presidencialista.
Notas:
1-Carlos Jiménez Villarejo: La Monarquía española, atenazada por la corrupción, El periódico, 5 de Abril 2013.
2-Pascual Serrano: Críticas contra la monarquía española de los escándalos sexuales al caso Urdangarin. Le Monde Diplomatique en Español Nº194, Diciembre 2011.
3-Iñaki Anasagasti, libro: Una monarquía protegida por la censura, Foca: 2009.
Bibliografía:
Descartes, René. Discurso del método. Madrid: Ediciones escolares, 1999.
Este artículo es una reproducción del capítulo 2 “EL NUEVO MUNDO” de la segunda parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Ya sabemos que el “viejo mundo” está moribundo. ¿Pero qué nos depara el “nuevo mundo”? ¿Quién lo va a construir filosóficamente? Para ello, es necesaria una hondura intelectual de la talla de Wilber, mi mentor intelectual. Pero también algo de Maslow, Marx, Hegel, Kant, Descartes, Platón y Heráclito si regresamos al pasado; porque hay verdades que, siendo eternas en la historia de la filosofía, no han sido llevadas a su aplicación práctica y pedagógica por el pensamiento occidental. Y ese es el objetivo de La educación cuántica: una reinterpretación de la historia de la filosofía tradicionalmente académica, ahora bajo un revisionismo desde la filosofía perenne, con la primordial preferencia en facilitar el empoderamiento consciente de las personas para dar el mejor de los sentidos a su vida desde la gestión de su libertad con conocimiento de causa. Porque, como aseverara el matemático griego Pitágoras: “Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida”.
Los seres humanos nacemos y vivimos con la muerte en el horizonte. Si una cosa hay cierta en la vida, es que somos mortales, que tarde o temprano vamos a morir. La cuestión es que no sabemos ni cómo ni cuándo. La vida y la muerte, siguiendo el cuarto principio de la polaridad como se ha visto en el anterior capítulo, son dos polos, como todo en la naturaleza. Entonces, ¿no habría que buscar la propuesta para el nuevo mundo dentro de un contexto de contrarios, para que puedan ser claramente identificables, mensurables históricamente y ser aprehendidos fácilmente por el sujeto cognoscente que estudiase la historia del pensamiento? Lo más sabio, creo, es imitar a la naturaleza, y tal ha sido el objetivo de la dinámica espiral emulando al ADN de los seres vivos, como se ha visto en la primera parte de este ensayo, cuyo primordial objetivo es contextualizar la historia del pensamiento en un solo folio. Porque no se puede dar el mejor de los sentidos a la vida sin una correcta aprehensión cognitiva de la historia.
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Ya sabemos que el “viejo mundo” está moribundo. ¿Pero qué nos depara el “nuevo mundo”? ¿Quién lo va a construir filosóficamente? Para ello, es necesaria una hondura intelectual de la talla de Wilber, mi mentor intelectual. Pero también algo de Maslow, Marx, Hegel, Kant, Descartes, Platón y Heráclito si regresamos al pasado; porque hay verdades que, siendo eternas en la historia de la filosofía, no han sido llevadas a su aplicación práctica y pedagógica por el pensamiento occidental. Y ese es el objetivo de La educación cuántica: una reinterpretación de la historia de la filosofía tradicionalmente académica, ahora bajo un revisionismo desde la filosofía perenne, con la primordial preferencia en facilitar el empoderamiento consciente de las personas para dar el mejor de los sentidos a su vida desde la gestión de su libertad con conocimiento de causa. Porque, como aseverara el matemático griego Pitágoras: “Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida”.
Los seres humanos nacemos y vivimos con la muerte en el horizonte. Si una cosa hay cierta en la vida, es que somos mortales, que tarde o temprano vamos a morir. La cuestión es que no sabemos ni cómo ni cuándo. La vida y la muerte, siguiendo el cuarto principio de la polaridad como se ha visto en el anterior capítulo, son dos polos, como todo en la naturaleza. Entonces, ¿no habría que buscar la propuesta para el nuevo mundo dentro de un contexto de contrarios, para que puedan ser claramente identificables, mensurables históricamente y ser aprehendidos fácilmente por el sujeto cognoscente que estudiase la historia del pensamiento? Lo más sabio, creo, es imitar a la naturaleza, y tal ha sido el objetivo de la dinámica espiral emulando al ADN de los seres vivos, como se ha visto en la primera parte de este ensayo, cuyo primordial objetivo es contextualizar la historia del pensamiento en un solo folio. Porque no se puede dar el mejor de los sentidos a la vida sin una correcta aprehensión cognitiva de la historia.
1 - De la filosofía tradicional a la filosofía transpersonal
La filosofía o amor por la sabiduría implica una actitud proactiva de la razón en busca de un conocimiento en constante desarrollo hacia nuevas explicaciones intelectuales, nuevos descubrimientos científicos y, también, renovadas formas de entender la espiritualidad. Así es como se forjan los nuevos paradigmas como bien lo argumentó Thomas Samuel Kuhn.
En esa constante búsqueda de la “verdad”, como ya he aseverado en anteriores ocasiones, la filosofía ha significado para mí la posibilidad de hacer terapia personal para no caer en la locura aperspectivista de ese mundo exterior donde todo es sufrimiento y dualidad. El concepto “dualidad” así como “no-dualidad” se presentan como imprescindibles para entender la filosofía transpersonal que llevo desarrollando hace ya algunos años de la mano del inconmensurable Ken Wilber.
2 - La conciencia en el ámbito educativo
El desarrollo y explicación de la filosofía transpersonal ha implicado nuevos neologismos que han sido plasmados en mis publicaciones, tales como la evolución de la conciencia , el despertar espiritual , la conciencia de unidad y, aunque parezca extraño, también el perenne amor.
Si ya de por sí la filosofía es difícil de entender para muchos, la enmarañada complejidad en cómo se imparte en las universidades y los centros escolares, la hace aún más difícil de asimilarla con un deseo de aprender, que es la predisposición natural de todo niño. Esa filosofía impartida educacionalmente está en plena crisis existencial, pues no sabe dar respuestas a la actual crisis planetaria, sus causas y señalar al enemigo invisible de la humanidad.
3 - Ingeniería social y mental
Es así, a modo de nuevo paradigma filosófico, como nace la filosofía transpersonal mediante los nuevos conceptos antes aludidos. En un alarde de no hacer más compleja aún la filosofía, es necesario explicitar hasta la saciedad esos nuevos conceptos porque, en realidad, no son solo aprehensiones intelectuales a modo de ideas, que también, sino sobre todo experiencias de sentimientos y emociones de bondad que el sistema intenta desintegrar mediante la imposición del miedo, la división social y familiar, la destrucción del amor mediante las más diversas ideologías hasta llegar a la fragmentación de la conciencia y su disociación colectiva, lo que podría llamarse sin lugar a dudas una ingeniería social y mental para el control de la población de unos pocos sobre los muchos, lo cual afecta inevitable y gravemente a nuestra autonomía como seres pensantes, es decir, a la libertad de la humanidad.
4 - Pedagogía transpersonal
Así pues, hasta el mismo concepto de “libertad” debe ser repensado a la luz no solo de los graves acontecimientos mundiales actuales sino, sobre todo, bajo la luminosidad de “nuevos conceptos” que arrojen comprensión a nuestro lugar en el mundo y al sentido de la vida: ese es el motivo que hace surgir científicamente el movimiento transpersonal. El propio concepto “transpersonal” no es de uso frecuente en el sistema académico, diría más, es desconocido salvo honrosas y escasas publicaciones transpersonales internacionales.
Por tanto, es pertinente una pedagogía transpersonal para enseñar bien todo lo anterior. Se hace necesario explicitar esos nuevos conceptos, y ese es el objetivo de este artículo. Consecuentemente, a continuación, una sinopsis para entender la esencia de la filosofía transpersonal con algunos conceptos, nuevos para muchos, pero que en realidad aluden a verdades eternas:
La conciencia es un problema epistemológico y hermenéutico aún no resuelto ni por la ciencia ni por la razón humana. Si fuera así, es decir, que comprendiéramos qué sea la “conciencia”, otro gallo nos cantaría. La conciencia es vida, y la vida se expresa a través de diferentes niveles de conciencia, por eso pueden elaborarse mapas evolutivos de la conciencia. Los diferentes niveles de conciencia también son conocidos como dimensiones. Es por ello que, cada persona, ve e interpreta la vida desde un perspectiva propia y diferente a los demás, una cuestión demostrada mediante la física cuántica. Sin embargo, todas las personas pueden iniciar ese camino ascendente hacia la sabiduría en su propia conciencia. Se trata de un empoderamiento de su propia conciencia, es decir, un despertar espiritual que se sumerge en una psicología compleja del ser humano. Y en dicho despertar espiritual, el mayor grado de conciencia a nuestro alcance es la conciencia de unidad donde, el amor, es el mayor bien al que podamos aspirar en términos platónicos.
5 - El retorno de las verdades eternas
Sin embargo, con las “astucias de la razón” y “la burla de la historia” en palabras de Hegel (1) , la historia está condenada a repetirse y nos recuerda siempre la misma lección: la filosofía perenne que subyace a todas las filosofías y movimientos espirituales genuinos, debe ser recuperada como condición sine qua non para un necesario y renovado proyecto filosófico y pedagógico: cambiarse a sí mismo para cambiar al mundo.
En este artículo y, sobre todo, en los dos párrafos de la sinopsis anterior, tienen los "nuevos conceptos" de la filosofía transpersonal para "verdades eternas" que deben ser redescubiertas por nuestra razón pero, por excelencia, por nuestro corazón: ese el fundamento epistemológico para una educación transracional.
Nota (1):
La filosofía de la historia de Hegel está marcada por los conceptos de las “astucias de la razón” y la “burla de la historia”: la historia conduce a los hombres que creen conducirse a sí mismos, como individuos y como sociedades, y castiga sus pretensiones de modo que la historia-mundo se burla de ellos produciendo resultados exactamente contrarios, paradójicos, a los pretendidos por sus autores, aunque finalmente la historia se reordena y, en un bucle fantástico, retrocede sobre sí misma y con su burla y paradoja sarcástica, convertida en mecanismo de cifrado, crea también ella misma, sin quererlo, realidades y símbolos ocultos al mundo y accesibles solo a los cognoscentes, es decir, a aquellos que quieren conocer.
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La filosofía o amor por la sabiduría implica una actitud proactiva de la razón en busca de un conocimiento en constante desarrollo hacia nuevas explicaciones intelectuales, nuevos descubrimientos científicos y, también, renovadas formas de entender la espiritualidad. Así es como se forjan los nuevos paradigmas como bien lo argumentó Thomas Samuel Kuhn.
En esa constante búsqueda de la “verdad”, como ya he aseverado en anteriores ocasiones, la filosofía ha significado para mí la posibilidad de hacer terapia personal para no caer en la locura aperspectivista de ese mundo exterior donde todo es sufrimiento y dualidad. El concepto “dualidad” así como “no-dualidad” se presentan como imprescindibles para entender la filosofía transpersonal que llevo desarrollando hace ya algunos años de la mano del inconmensurable Ken Wilber.
2 - La conciencia en el ámbito educativo
El desarrollo y explicación de la filosofía transpersonal ha implicado nuevos neologismos que han sido plasmados en mis publicaciones, tales como la evolución de la conciencia , el despertar espiritual , la conciencia de unidad y, aunque parezca extraño, también el perenne amor.
Si ya de por sí la filosofía es difícil de entender para muchos, la enmarañada complejidad en cómo se imparte en las universidades y los centros escolares, la hace aún más difícil de asimilarla con un deseo de aprender, que es la predisposición natural de todo niño. Esa filosofía impartida educacionalmente está en plena crisis existencial, pues no sabe dar respuestas a la actual crisis planetaria, sus causas y señalar al enemigo invisible de la humanidad.
3 - Ingeniería social y mental
Es así, a modo de nuevo paradigma filosófico, como nace la filosofía transpersonal mediante los nuevos conceptos antes aludidos. En un alarde de no hacer más compleja aún la filosofía, es necesario explicitar hasta la saciedad esos nuevos conceptos porque, en realidad, no son solo aprehensiones intelectuales a modo de ideas, que también, sino sobre todo experiencias de sentimientos y emociones de bondad que el sistema intenta desintegrar mediante la imposición del miedo, la división social y familiar, la destrucción del amor mediante las más diversas ideologías hasta llegar a la fragmentación de la conciencia y su disociación colectiva, lo que podría llamarse sin lugar a dudas una ingeniería social y mental para el control de la población de unos pocos sobre los muchos, lo cual afecta inevitable y gravemente a nuestra autonomía como seres pensantes, es decir, a la libertad de la humanidad.
4 - Pedagogía transpersonal
Así pues, hasta el mismo concepto de “libertad” debe ser repensado a la luz no solo de los graves acontecimientos mundiales actuales sino, sobre todo, bajo la luminosidad de “nuevos conceptos” que arrojen comprensión a nuestro lugar en el mundo y al sentido de la vida: ese es el motivo que hace surgir científicamente el movimiento transpersonal. El propio concepto “transpersonal” no es de uso frecuente en el sistema académico, diría más, es desconocido salvo honrosas y escasas publicaciones transpersonales internacionales.
Por tanto, es pertinente una pedagogía transpersonal para enseñar bien todo lo anterior. Se hace necesario explicitar esos nuevos conceptos, y ese es el objetivo de este artículo. Consecuentemente, a continuación, una sinopsis para entender la esencia de la filosofía transpersonal con algunos conceptos, nuevos para muchos, pero que en realidad aluden a verdades eternas:
La conciencia es un problema epistemológico y hermenéutico aún no resuelto ni por la ciencia ni por la razón humana. Si fuera así, es decir, que comprendiéramos qué sea la “conciencia”, otro gallo nos cantaría. La conciencia es vida, y la vida se expresa a través de diferentes niveles de conciencia, por eso pueden elaborarse mapas evolutivos de la conciencia. Los diferentes niveles de conciencia también son conocidos como dimensiones. Es por ello que, cada persona, ve e interpreta la vida desde un perspectiva propia y diferente a los demás, una cuestión demostrada mediante la física cuántica. Sin embargo, todas las personas pueden iniciar ese camino ascendente hacia la sabiduría en su propia conciencia. Se trata de un empoderamiento de su propia conciencia, es decir, un despertar espiritual que se sumerge en una psicología compleja del ser humano. Y en dicho despertar espiritual, el mayor grado de conciencia a nuestro alcance es la conciencia de unidad donde, el amor, es el mayor bien al que podamos aspirar en términos platónicos.
5 - El retorno de las verdades eternas
Sin embargo, con las “astucias de la razón” y “la burla de la historia” en palabras de Hegel (1) , la historia está condenada a repetirse y nos recuerda siempre la misma lección: la filosofía perenne que subyace a todas las filosofías y movimientos espirituales genuinos, debe ser recuperada como condición sine qua non para un necesario y renovado proyecto filosófico y pedagógico: cambiarse a sí mismo para cambiar al mundo.
En este artículo y, sobre todo, en los dos párrafos de la sinopsis anterior, tienen los "nuevos conceptos" de la filosofía transpersonal para "verdades eternas" que deben ser redescubiertas por nuestra razón pero, por excelencia, por nuestro corazón: ese el fundamento epistemológico para una educación transracional.
Nota (1):
La filosofía de la historia de Hegel está marcada por los conceptos de las “astucias de la razón” y la “burla de la historia”: la historia conduce a los hombres que creen conducirse a sí mismos, como individuos y como sociedades, y castiga sus pretensiones de modo que la historia-mundo se burla de ellos produciendo resultados exactamente contrarios, paradójicos, a los pretendidos por sus autores, aunque finalmente la historia se reordena y, en un bucle fantástico, retrocede sobre sí misma y con su burla y paradoja sarcástica, convertida en mecanismo de cifrado, crea también ella misma, sin quererlo, realidades y símbolos ocultos al mundo y accesibles solo a los cognoscentes, es decir, a aquellos que quieren conocer.
Este artículo es una reproducción del capítulo 2-3 de la segunda parte de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
Cuando algo muere, inherentemente en el plano psicológico, se tiende a pensar que ha desaparecido para siempre, siendo una concepción materialista de la vida. Por otro lado, hay personas que creen que hay vida tras la muerte, siendo entonces una concepción idealista o espiritual. Esa dicotomía psicológica entre el materialismo y el idealismo, los contrarios por antonomasia, es una apertura ontológica para que toda persona tenga que dar un sentido a su vida, libre e inexorablemente, en función de sus propias creencias, así como los conocimientos adquiridos. Pero la cuestión fundamental en la interpretación de lo que es la vida, es que debe ser comprendida desde una correcta lectura del pasado e interpretación del presente para poder decidir certeramente sobre el futuro. Por tanto, la primera regla es tener un “mapa” lo suficientemente fidedigno, emulando a Descartes, para no perderse en el camino de la investigación de la verdad. Tal fue la primera regla que aprendí en el Discurso del método. El mundo tan complejo en el cual vivimos es una maraña que presenta confusión y nihilismo en las personas, principalmente, porque la actividad filosófica ha sido denostada, pisoteada y arrinconada. Sin un referente educativo fiable que invite a la reflexión, ¿cómo emprender la reconstrucción pensativa sobre este viejo mundo moribundo? ¿Cómo dar el mejor de los sentidos a la nueva vida?
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Cuando algo muere, inherentemente en el plano psicológico, se tiende a pensar que ha desaparecido para siempre, siendo una concepción materialista de la vida. Por otro lado, hay personas que creen que hay vida tras la muerte, siendo entonces una concepción idealista o espiritual. Esa dicotomía psicológica entre el materialismo y el idealismo, los contrarios por antonomasia, es una apertura ontológica para que toda persona tenga que dar un sentido a su vida, libre e inexorablemente, en función de sus propias creencias, así como los conocimientos adquiridos. Pero la cuestión fundamental en la interpretación de lo que es la vida, es que debe ser comprendida desde una correcta lectura del pasado e interpretación del presente para poder decidir certeramente sobre el futuro. Por tanto, la primera regla es tener un “mapa” lo suficientemente fidedigno, emulando a Descartes, para no perderse en el camino de la investigación de la verdad. Tal fue la primera regla que aprendí en el Discurso del método. El mundo tan complejo en el cual vivimos es una maraña que presenta confusión y nihilismo en las personas, principalmente, porque la actividad filosófica ha sido denostada, pisoteada y arrinconada. Sin un referente educativo fiable que invite a la reflexión, ¿cómo emprender la reconstrucción pensativa sobre este viejo mundo moribundo? ¿Cómo dar el mejor de los sentidos a la nueva vida?
Este artículo está reproducido en el capítulo 2-4 de la tercera parte de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA
La paradoja de nuestro tiempo es que la física cuántica remite al sujeto cognoscente como centro del universo por conocer, remitiendo a su profundidad intelectual y espiritual. Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof Capra (2000) con su obra El Tao de la física, explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental.
Fritjof Capra considera que en el intento por comprender el misterio de la vida, el ser humano ha seguido diferentes caminos, entre ellos el del científico y el del místico, una cuestión vista en los dos modos de saber de la mano de Ken Wilber (2005). La tesis que plantea Capra es: los conceptos de la física moderna llevan a una visión del mundo muy similar a la de los místicos de todas las épocas y tradiciones. La finalidad del ensayo es explorar la relación entre tales conceptos, motivado por la creencia de que los temas básicos que utiliza para comparar la física con el misticismo serán confirmados, más que invalidados por futuras investigaciones. Capra aclara la naturaleza del conocimiento que se va a comparar y el lenguaje en el cual ha sido expresado dicho conocimiento. Compara el conocimiento racional con el intuitivo: en la física se utiliza el método científico y como técnica la experimentación; en el misticismo el método es el yoga o la devoción y la técnica, la meditación. Una magistral lección de Capra.
Así, son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami, uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad. Lleva enseñando física cuántica desde hace más de treinta años. Fue profesor de Ciencia Teórica en la Universidad de Oregón, y actualmente es investigador residente en el mundialmente reconocido Instituto de Ciencias Noéticas. Goswami es autor de numerosos libros, entre los que se encuentra La física del alma (Goswami, 2008a), una obra donde la ciencia y el alma se dan la mano. El doctor Amit Goswami utiliza el lenguaje y los conceptos de la física cuántica para estudiar y demostrar científicamente las teorías metafísicas de la reencarnación y la inmortalidad. En su otra obra La ventana del visionario: física cuántica para la iluminación espiritual (Goswami, 2008b), nos ayuda a comprender el modelo de realidad de la física cuántica y las profundas creencias de las milenarias tradiciones espirituales y religiosas del mundo, demostrando que se apoyan esencialmente las unas a las otras. El resultado es una visión cosmogónica amplia, excitante y rica que integra por primera vez en un sistema coherente mente, espíritu y ciencia. En Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica, Goswami (2011) muestra no solo que las paradojas de la física cuántica pueden resolverse tomando como base un universo espiritual, sino también las paradojas de la vida, la mente y la salud. Con una igualmente competente exposición de teoría científica y datos experimentales, y prácticas y cosmologías espirituales, nos conduce a una exploración científica de la espiritualidad realmente impresionante. Se abordan incluso ideas relativas a la supervivencia después de la muerte, la reencarnación y la inmortalidad. Las monumentales tradiciones de la India, el Vedanta, el Yoga y el Tantra se tornan vivas en su conexión con esta nueva ciencia en el seno de la conciencia. En la obra Dios no ha muerto, Goswami (2010) demuestra que la existencia de Dios se puede descubrir a través de los indicios que nos ofrece la física cuántica, ayudando a superar el condicionamiento materialista basado en el paradigma newtoniano, y a liberarse de él mediante la comprensión y la experiencia cuántica. En dicha obra, aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral y a experimentar la naturaleza de la realidad, la existencia del alma, el poder de los sueños, la universalidad del amor, la posibilidad de la percepción extrasensorial y la propia mente de Dios.
Desde luego, hay una revolución en marcha en la ciencia, un genuino cambio de paradigma. Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores de dejar de ver a la mente humana como puramente biológica (Lipton, 2007) sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas (Garnier, 2012), es decir con conexión al universo entero.
Imperceptiblemente todavía para muchos, hay un subyacente cambio de paradigma pensativo: la contraposición entre la racionalidad y la espiritualidad, de un modo psicológico e histórico, ha consistido en el sometimiento de la razón a la fe religiosa durante más de veinte siglos. Sin embargo, la supremacía espiritual en manos de las religiones está puesta en cuestión por los propios científicos, como Fritjof Capra, Amit Goswami, Rupert Sheldrake, Joe Dispenza, Jean-Pierre Garnier Malet, por citar solo algunos pensadores que nos proporcionan una renovada racionalidad envuelta en una espiritualidad cuántica. Sin olvidar en ese viaje espiritual, a la psicología transpersonal (Jung, Maslow, Grof, etcétera), ni a Ken Wilber como propulsor de la filosofía transpersonal.
En ese viaje espiritual, los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo.
BIBLIOGRAFÍA:
Capra, Fritjof. El tao de la física. Malaga: Sirio, 2000.
Garnier, Jean-Pierre. Cambia tu futuro por las aperturas temporales. España: Reconocerse, 2012.
Goswami, Amit. La física del alma. Barcelona: Obelisco, 2008a.
Goswami, Amit. La ventana del visionario: física cuántica para la iluminación espiritual. Madrid: Palmyra, 2008b.
Goswami, Amit. Dios no ha muerto. Barcelona: Obelisco, 2010.
Goswami, Amit. Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica. Barcelona: Kairós, 2011.
Lipton, Bruce. La biología de la creencia. Madrid: Palmyra, 2007.
Wilber, Ken. (2005). “Dos modos de saber”. En: Wilber, El espectro de la conciencia (pp.35-59). Barcelona: Kairós.
Nota: Para aquellos lectores interesados en profundizar en las implicaciones filosóficas derivadas de la física cuántica, recomiendo la lectura de dos libros: El universo holográfico de Michael Talbot y El paradigma holográfico de Ken Wilber.
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La paradoja de nuestro tiempo es que la física cuántica remite al sujeto cognoscente como centro del universo por conocer, remitiendo a su profundidad intelectual y espiritual. Así fue como en los años setenta del siglo pasado, el doctor en física teórica Fritjof Capra (2000) con su obra El Tao de la física, explora los paralelismos entre la física cuántica y los principios del aprendizaje místico oriental.
Fritjof Capra considera que en el intento por comprender el misterio de la vida, el ser humano ha seguido diferentes caminos, entre ellos el del científico y el del místico, una cuestión vista en los dos modos de saber de la mano de Ken Wilber (2005). La tesis que plantea Capra es: los conceptos de la física moderna llevan a una visión del mundo muy similar a la de los místicos de todas las épocas y tradiciones. La finalidad del ensayo es explorar la relación entre tales conceptos, motivado por la creencia de que los temas básicos que utiliza para comparar la física con el misticismo serán confirmados, más que invalidados por futuras investigaciones. Capra aclara la naturaleza del conocimiento que se va a comparar y el lenguaje en el cual ha sido expresado dicho conocimiento. Compara el conocimiento racional con el intuitivo: en la física se utiliza el método científico y como técnica la experimentación; en el misticismo el método es el yoga o la devoción y la técnica, la meditación. Una magistral lección de Capra.
Así, son cada vez más los científicos que se alinean con dicha visión que aúna la ciencia con la espiritualidad, como es el caso de Amit Goswami, uno de los pensadores pioneros en ciencia y espiritualidad. Lleva enseñando física cuántica desde hace más de treinta años. Fue profesor de Ciencia Teórica en la Universidad de Oregón, y actualmente es investigador residente en el mundialmente reconocido Instituto de Ciencias Noéticas. Goswami es autor de numerosos libros, entre los que se encuentra La física del alma (Goswami, 2008a), una obra donde la ciencia y el alma se dan la mano. El doctor Amit Goswami utiliza el lenguaje y los conceptos de la física cuántica para estudiar y demostrar científicamente las teorías metafísicas de la reencarnación y la inmortalidad. En su otra obra La ventana del visionario: física cuántica para la iluminación espiritual (Goswami, 2008b), nos ayuda a comprender el modelo de realidad de la física cuántica y las profundas creencias de las milenarias tradiciones espirituales y religiosas del mundo, demostrando que se apoyan esencialmente las unas a las otras. El resultado es una visión cosmogónica amplia, excitante y rica que integra por primera vez en un sistema coherente mente, espíritu y ciencia. En Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica, Goswami (2011) muestra no solo que las paradojas de la física cuántica pueden resolverse tomando como base un universo espiritual, sino también las paradojas de la vida, la mente y la salud. Con una igualmente competente exposición de teoría científica y datos experimentales, y prácticas y cosmologías espirituales, nos conduce a una exploración científica de la espiritualidad realmente impresionante. Se abordan incluso ideas relativas a la supervivencia después de la muerte, la reencarnación y la inmortalidad. Las monumentales tradiciones de la India, el Vedanta, el Yoga y el Tantra se tornan vivas en su conexión con esta nueva ciencia en el seno de la conciencia. En la obra Dios no ha muerto, Goswami (2010) demuestra que la existencia de Dios se puede descubrir a través de los indicios que nos ofrece la física cuántica, ayudando a superar el condicionamiento materialista basado en el paradigma newtoniano, y a liberarse de él mediante la comprensión y la experiencia cuántica. En dicha obra, aboga por un activismo cuántico que nos lleve a una vida equilibrada y a una visión integral y a experimentar la naturaleza de la realidad, la existencia del alma, el poder de los sueños, la universalidad del amor, la posibilidad de la percepción extrasensorial y la propia mente de Dios.
Desde luego, hay una revolución en marcha en la ciencia, un genuino cambio de paradigma. Mientras que la ciencia tradicional se mantiene en su visión materialista, cada vez crece un mayor número de científicos que apoyan y desarrollan un nuevo paradigma basado en la supremacía de la conciencia. Estamos en los albores de dejar de ver a la mente humana como puramente biológica (Lipton, 2007) sino abierta a otras interpretaciones con connotaciones cuánticas (Garnier, 2012), es decir con conexión al universo entero.
Imperceptiblemente todavía para muchos, hay un subyacente cambio de paradigma pensativo: la contraposición entre la racionalidad y la espiritualidad, de un modo psicológico e histórico, ha consistido en el sometimiento de la razón a la fe religiosa durante más de veinte siglos. Sin embargo, la supremacía espiritual en manos de las religiones está puesta en cuestión por los propios científicos, como Fritjof Capra, Amit Goswami, Rupert Sheldrake, Joe Dispenza, Jean-Pierre Garnier Malet, por citar solo algunos pensadores que nos proporcionan una renovada racionalidad envuelta en una espiritualidad cuántica. Sin olvidar en ese viaje espiritual, a la psicología transpersonal (Jung, Maslow, Grof, etcétera), ni a Ken Wilber como propulsor de la filosofía transpersonal.
En ese viaje espiritual, los científicos peyorativamente denominados como “místicos cuánticos” desde el materialismo científico, están despejando el horizonte del conocimiento y la espiritualidad mediante un activismo cuántico que proporciona una renovada visión de la naturaleza, del ser humano y del universo.
BIBLIOGRAFÍA:
Capra, Fritjof. El tao de la física. Malaga: Sirio, 2000.
Garnier, Jean-Pierre. Cambia tu futuro por las aperturas temporales. España: Reconocerse, 2012.
Goswami, Amit. La física del alma. Barcelona: Obelisco, 2008a.
Goswami, Amit. La ventana del visionario: física cuántica para la iluminación espiritual. Madrid: Palmyra, 2008b.
Goswami, Amit. Dios no ha muerto. Barcelona: Obelisco, 2010.
Goswami, Amit. Ciencia y espiritualidad: una integración cuántica. Barcelona: Kairós, 2011.
Lipton, Bruce. La biología de la creencia. Madrid: Palmyra, 2007.
Wilber, Ken. (2005). “Dos modos de saber”. En: Wilber, El espectro de la conciencia (pp.35-59). Barcelona: Kairós.
Nota: Para aquellos lectores interesados en profundizar en las implicaciones filosóficas derivadas de la física cuántica, recomiendo la lectura de dos libros: El universo holográfico de Michael Talbot y El paradigma holográfico de Ken Wilber.
1 - ¿Una tautología?
El título de este artículo pudiera parecer una tautología, pero no lo es en absoluto. Andaba viendo el documental Todos somos uno cuando, cercano al final, se hacía esta pregunta a la mayoría de los intervinientes: ¿Cuál es el sentido de la vida? Las respuestas fueron de lo más dispar, cada una de ellas con su lógica interna, sin embargo, quedaba patente que no había una única respuesta sino tantas respuestas como personas intentaban responder a esa pregunta. Unas respuestas me gustaron más que otras, no obstante, mi mente se quedó absorta por esa pregunta a la que nadie pudo dar una respuesta satisfactoria. Con esa dubitativa cuestión me fui a dormir.
Fue a las tres y treinta minutos de la madrugada cuando me desperté y pude observar a mi mente esbozar el esquema de este artículo que ahora escribo. Otras veces anteriores, cuando me llegaban estos flashs intuitivos en la mitad de la noche, solía levantarme para anotar todos esos pensamientos en una hoja de papel. Pero en esta ocasión, la disertación mental era tan clara y distinta como diría mi admirado Descartes, que sabía que todo quedaría registrado en mi subconsciente y que podría redactarlo en la mañana siguiente, que es este presente.
2 - La razón dualista
Entrando ya en materia reflexiva, como he citado al principio, el título “El sentido de la vida es buscar el sentido de la vida” parece una tautología, y por tanto pudiera parecer muy absurdo para quien lo lee. Sin embargo, invito al lector a seguir mi razonamiento. Cuando en el documental se hacía la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?”, ello implicaba una respuesta desde la mente racional y puede ser de diversa índole: social, política, religiosa, filosófica, antropológica, ateísta, etcétera. Sea cual sea la respuesta, junto a la pregunta es, implícitamente, un dualismo desde la razón. Y quienes siguen mis investigaciones y mis pensamientos, ya saben que el mayor de los dualismos creado por la razón es la dicotomía entre ciencia y religión, entre la razón y el Espíritu, siendo dicha dicotomía cognitiva la causa del fracaso epistemológico de la filosofía occidental.
En consecuencia, intentar dar una respuesta a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?” desde la razón, es caer nuevamente en los dualismos que imperan en Occidente desde la Filosofía Griega, a pesar de que la racionalidad sea un atributo divino más comúnmente conocido como “Logos” en la filosofía de Heráclito (1). Es así como dicho Logos se manifiesta en todo ser finito en busca de la verdad mediante la razón humana, a partir de la cual surgió la filosofía y posteriormente las diferentes categorías científicas (física, química, biología, medicina, neurociencias, etcétera) para intentar dar respuesta a la cuestión fundamental de lo que es la vida en sentido universal. Y digo intentar dar una respuesta a lo que sea la vida porque, la ciencia actual, devenida en un cientificismo como dogma de fe, cree haber hallado todas las respuestas para explicarnos lo que sea la vida, cuando en realidad, desde el surgimiento de la física cuántica, hay más dudas que certezas tal como han expresados los físicos más famosos de la nueva ciencia cuántica. La ciencia tan solo puede buscar una aproximación al conocimiento de lo que sea la vida mediante la epistemología de lo conmensurable, pero no tiene respuestas para la hermenéutica de lo inconmensurable. No habiendo consenso desde el ámbito científico, más bien una fuga de científicos hacia el “misticismo cuántico”, es evidente que la respuesta a la pregunta inicial “¿Cuál es el sentido de la vida?”, resulta cuanto menos complicada de responder por los entrevistados del documental en cuestión. Ciertamente, como ya decía Einstein: “Cada día sabemos más y entendemos menos”.
3 - La metafísica
Consecuentemente en primer lugar, si la ciencia aún no conoce los secretos que subyacen en el fenómeno de la vida, pues no puede dar respuestas concluyentes y consensuadas acerca de los fenómenos psíquicos de la subjetividad, la conciencia y la espiritualidad, no es de extrañar que cada vez más personas se aproximen a temas metafísicos como la meditación, las experiencias cercanas a la muerte, las ciencias noéticas, el movimiento transpersonal y la reencarnación, temas todos ellos inaccesibles desde la razón cartesiana, dualista hasta la médula.
Y en segundo lugar si, como es reconocido en la propia ciencia, la materia no existe realmente como una realidad estable sino más bien sujeta a un flujo cambiante de vibraciones, tiene sentido aludir que toda nuestra realidad es en sí misma un estado vibratorio. Consecuentemente, la epistemológica de lo conmensurable, es decir el conocimiento de la naturaleza objetiva mediante el método científico, es un callejón sin salida para los escépticos materialistas científicos, pues es evidente que la razón dualista no puede acceder al conocimiento de la realidad "verdadera" si es que existiera, una cuestión anticipada por el propio Kant al proponernos un giro copernicano en el modo de saber hacia el idealismo trascendental.
4 - Sólo sé que no sé nada
Hasta aquí, pienso, que el avispado lector se ha rendido a la evidencia de la futilidad del pensamiento dualista mediante la razón, pues desligar la razón de la metafísica, no nos ofrece garantía alguna para dar respuesta a la pregunta inicial “¿Cuál es el sentido de la vida?”. De hecho, cada pensador o científico, cuando investigan la realidad por descubrir, pasan toda una vida para lograr un efímero descubrimiento intelectual o científico, posteriormente trascendido por otros descubrimientos de otros tantos pensadores y científicos: es por ello que se puede hablar con propiedad y certeramente de la historia de la filosofía y de la historia de la ciencia, ambas impartida en un sistema educativo actualmente en crisis de identidad.
Consecuentemente, para no perder el hilo discursivo, la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?” no puede ser respondida de un modo unívoco por la razón dualista, pues ésta solo puede conocer al Espíritu manifestado objetivamente en la naturaleza (epistemología de lo conmensurable), pero la razón no puede acceder al reino metafísico pues éste pertenece propiamente a la hermenéutica de lo inconmensurable. Y en dicho sentido es como la hermenéutica tiene su razón de ser en las cuestiones metafísicas de la subjetividad: como un Espíritu subjetivo que quiere y anhela conocer al Espíritu Absoluto.
5 - El conocimiento místico del Uno
Esa dialéctica en la búsqueda de la "verdad" si es que existe, es un camino solitario e inefable que se manifiesta en la conciencia transpersonal mediante intuiciones espirituales, es decir, son experiencias místicas que son estudiadas desde la psicología transpersonal y que, remiten inevitablemente, al despertar espiritual en una visión no-dual en la que se percibe a la realidad como conciencia de unidad. Sobre estas experiencias trascendentales, la ciencia ortodoxa tiene poco o nada que decir pues pertenecen al mundo de lo numinoso, tal como ya lo planteó Platón en la Séptima Epístola:
“Esto es lo que puedo afirmar de cualquier escritor presente o futuro que pretenda saber de los asuntos de los que me ocupo [el conocimiento místico del Uno]; a mi juicio, es imposible que tengan comprensión alguna del tema. No es algo que pueda ser puesto en palabras como cualquier otra de las ramas del conocimiento; solo después del prolongado compartir de una vida en común [comunidad contemplativa] dedicada a este aprendizaje la Verdad se revela al alma, como una llamada encendida al saltar una chispa. A este respecto no hay ningún escrito mío, ni lo habrá.”
6 - La no-dualidad
Volviendo entonces a la disertación acerca de las plausibles respuestas sobre la cuestión de “¿Cuál es el sentido de la vida?”, dichas respuestas no pueden provenir desde el dualismo mental propugnado por la razón pues habría tantas respuestas como personas creen poseer la razón, sino desde la aprehensión no-dual del sujeto cognoscente. En ese sentido, el Mito de la caverna de Platón, cobra más vida que nunca para evidenciar que el materialismo científico sólo puede estudiar las sombras de las genuinas ideas, tal como argumenta el físico Pauli. Si, además, como demuestra la física cuántica, cada persona percibe la realidad de un modo diferente, es evidente entonces que existen tantas verdades como puntos de vistas personales, lo cual nos lleva inevitablemente a una locura aperspectivista cuando buscamos responder a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?”.
Efectivamente, hay tantos sentidos de la vida como personas hay en el mundo, pues cada cual es una entidad subjetiva que persigue su propia “verdad” si es que existe y sea posible. Pero la Verdad, la Bondad y la Belleza platónicas posteriormente reflejadas en las Tres críticas de Kant y los cuatro cuadrantes de Ken Wilber, solamente pueden ser aprehendidas mediante una intuición moral básica que permita entonces trascender la epistemología de lo conmensurable mediante la hermenéutica de lo inconmensurable, como dos modos de saber sintetizado desde la no-dualidad. Ciertamente una inconmensurable tarea que implica trascender la ignorancia procedente de la realidad ilusoria exterior, sustentada dicha ilusión en los dualismos que han llevado al fracaso epistemológico de Occidente.
7 - La experiencia mística
Consecuencia de lo anterior, para dar respuesta a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?”, tal inconmensurable tarea puede llevarnos toda una vida hasta que, en una súbita iluminación cognitiva y espiritual, tenemos la idea clara y distinta de que la Sabiduría (el Bien que aspiramos a saber) se manifiesta en una compasiva Bondad hacia los demás pues todos somos Uno, un imperativo categórico en palabras de Kant más comúnmente conocido como Amor por los sabios, místicos, profetas y eruditos espirituales que ha dado la historia.
Esos insignes pensadores han dedicado toda su vida a escribir magnos tratados filosóficos y científicos. Todo genuino pensador dejará su obra mediante mapas conceptuales a través de la razón filosófica o científica, aunque no sean del todo comprendidos o compartidos por sus coetáneos. Pero los mapas conceptuales no son el territorio. Ese inefable territorio de lo numinoso maginíficamente definido por Platón anteriormente, también intenta ser expresado desde el arte (poesía, pintura, música, etcétera) como una experiencia íntima e intransferible que cada cual debe experimentar por sí mismo, en eso mismo consiste las experiencias místicas, en trascender la razón e ir hacia una actitud contemplativa tal como subyace en la filosofía perenne.
8 - La conciencia de unidad
Llegado a este punto, se puede afirmar que el sentido de la vida universal (la cual trasciende a todos los mortales) es que cada cual debe hallar su propio sentido de la vida individualmente, aunque la vida parezca un sinsentido pues, como hemos aludido anteriormente mediante la física cuántica, hay tantas percepciones de la realidad como personas hay en el mundo. Es así como el título de este artículo tiene su razón de ser al afirmar que “El sentido de la vida (en su acepción universal) es buscar el sentido de la vida (en una acepción individual)”. Y ello no es una tautología, pues aquel sujeto cognoscente que no se plantee cuál es el sentido de la vida (universal y/o individual) vive, obviamente, bajo un dualismo racional, un mapa conceptual que provoca ilusión y separación de los demás, sufrimiento y nihilismo, es decir, vive en la tan aludida caverna platónica, como si la vida fuera un sueño del que hay que despertar irremediablemente tarde o temprano.
Sin embargo, aquella persona que se plantee buscar el sentido a la vida (universal y/o individual), por el mero hecho de tener esa actitud proactiva hacia la sapiencia, ya se está planteando salir de esa noche oscura del alma, para dirigirse hacia la luz y la Bondad en términos platónicos. Y aunque esa titánica tarea de buscar el sentido de la vida puede llevar paradójicamente toda una vida, como es el caso de este escritor, se puede afirmar concluyentemente que “El sentido de la vida es buscar el sentido de la vida”. Y, si una cosa tiene en común todas nuestras vidas, así como las epifanías espirituales de los grandes místicos, filósofos y científicos que ha dado la historia de la humanidad, es que el despertar espiritual lleva inexorablemente a la intuición espiritual de que el Amor es el nexo de unión de todos los seres, en una percepción no-dual como conciencia de unidad.
9 - La intuición moral básica del amor
La sapiencia individual así percibida desde la no-dualidad obliga, inherentemente, a extender y promulgar esa expresión de la divinidad a todos los seres mediante una intuición moral básica con la posibilidad, entonces, de trascender el dualismo cartesiano que impera en la filosofía tradicional occidental hacia una filosofía transpersonal para ser impartida mediante una educación transracional, es decir, una educación que implemente la razón con el corazón pues, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo. Dicho de otro modo, es hora de que el imperativo categórico kantiano pueda ser impartido educacionalmente a través de la meditación que cada vez más centros escolares están incorporando en sus planes de estudios.
Podemos concluir, entonces, que el sentido de la vida (en su acepción universal) es que cada cual busque el propio sentido a su vida (en una acepción individual). Pero, si debe existir algún tipo de consenso racional y metafísico que merece de la pertinente atención y aplicación práctica, ello es que no puede haber ningún sentido de la vida sino es mediante la contemplación de la Verdad, y su expresión a través de la creativa Belleza para ser comunalmente compartida mediante la Bondad: un camino ascendente hacia la sabiduría que cada cual debe emprender para hallar el verdadero y auténtico sentido de su vida. Dicho de otro modo, la intuición moral básica argumentada por el inconmensurable Ken Wilber se postula como una comunión espiritual, no solo para dar algún sentido a la vida personal de cada cual sino, inherentemente, para dar un sentido a la vida cultural de la humanidad como jerarquía que debe incluir y trascender la vida de todos nosotros en una conciencia de unidad colectiva donde, el amor, es la más alta motivación que nos alienta a vivir, una cuestión ahora reconocida y evidenciada desde la neurobiología y la sociobiología. Porque, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.
REFERENCIA:
(1) Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa: se refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Logos. Este Logos no solo rige el devenir del mundo, sino que le habla al hombre, aunque la mayoría de las personas “no sabe escuchar ni hablar”. El orden real coincide con el orden de la razón, una “armonía invisible, mejor que la visible”, aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia. Era conocido como “el Oscuro”, por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: todo fluye. Los dos pilares de la filosofía de Heráclito son: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el Logos, la razón universal, lo rige: “Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue”. El hombre puede descubrir este Logos en su propio interior, pues el Logos es común e inmanente al hombre y a las cosas.
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El título de este artículo pudiera parecer una tautología, pero no lo es en absoluto. Andaba viendo el documental Todos somos uno cuando, cercano al final, se hacía esta pregunta a la mayoría de los intervinientes: ¿Cuál es el sentido de la vida? Las respuestas fueron de lo más dispar, cada una de ellas con su lógica interna, sin embargo, quedaba patente que no había una única respuesta sino tantas respuestas como personas intentaban responder a esa pregunta. Unas respuestas me gustaron más que otras, no obstante, mi mente se quedó absorta por esa pregunta a la que nadie pudo dar una respuesta satisfactoria. Con esa dubitativa cuestión me fui a dormir.
Fue a las tres y treinta minutos de la madrugada cuando me desperté y pude observar a mi mente esbozar el esquema de este artículo que ahora escribo. Otras veces anteriores, cuando me llegaban estos flashs intuitivos en la mitad de la noche, solía levantarme para anotar todos esos pensamientos en una hoja de papel. Pero en esta ocasión, la disertación mental era tan clara y distinta como diría mi admirado Descartes, que sabía que todo quedaría registrado en mi subconsciente y que podría redactarlo en la mañana siguiente, que es este presente.
2 - La razón dualista
Entrando ya en materia reflexiva, como he citado al principio, el título “El sentido de la vida es buscar el sentido de la vida” parece una tautología, y por tanto pudiera parecer muy absurdo para quien lo lee. Sin embargo, invito al lector a seguir mi razonamiento. Cuando en el documental se hacía la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?”, ello implicaba una respuesta desde la mente racional y puede ser de diversa índole: social, política, religiosa, filosófica, antropológica, ateísta, etcétera. Sea cual sea la respuesta, junto a la pregunta es, implícitamente, un dualismo desde la razón. Y quienes siguen mis investigaciones y mis pensamientos, ya saben que el mayor de los dualismos creado por la razón es la dicotomía entre ciencia y religión, entre la razón y el Espíritu, siendo dicha dicotomía cognitiva la causa del fracaso epistemológico de la filosofía occidental.
En consecuencia, intentar dar una respuesta a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?” desde la razón, es caer nuevamente en los dualismos que imperan en Occidente desde la Filosofía Griega, a pesar de que la racionalidad sea un atributo divino más comúnmente conocido como “Logos” en la filosofía de Heráclito (1). Es así como dicho Logos se manifiesta en todo ser finito en busca de la verdad mediante la razón humana, a partir de la cual surgió la filosofía y posteriormente las diferentes categorías científicas (física, química, biología, medicina, neurociencias, etcétera) para intentar dar respuesta a la cuestión fundamental de lo que es la vida en sentido universal. Y digo intentar dar una respuesta a lo que sea la vida porque, la ciencia actual, devenida en un cientificismo como dogma de fe, cree haber hallado todas las respuestas para explicarnos lo que sea la vida, cuando en realidad, desde el surgimiento de la física cuántica, hay más dudas que certezas tal como han expresados los físicos más famosos de la nueva ciencia cuántica. La ciencia tan solo puede buscar una aproximación al conocimiento de lo que sea la vida mediante la epistemología de lo conmensurable, pero no tiene respuestas para la hermenéutica de lo inconmensurable. No habiendo consenso desde el ámbito científico, más bien una fuga de científicos hacia el “misticismo cuántico”, es evidente que la respuesta a la pregunta inicial “¿Cuál es el sentido de la vida?”, resulta cuanto menos complicada de responder por los entrevistados del documental en cuestión. Ciertamente, como ya decía Einstein: “Cada día sabemos más y entendemos menos”.
3 - La metafísica
Consecuentemente en primer lugar, si la ciencia aún no conoce los secretos que subyacen en el fenómeno de la vida, pues no puede dar respuestas concluyentes y consensuadas acerca de los fenómenos psíquicos de la subjetividad, la conciencia y la espiritualidad, no es de extrañar que cada vez más personas se aproximen a temas metafísicos como la meditación, las experiencias cercanas a la muerte, las ciencias noéticas, el movimiento transpersonal y la reencarnación, temas todos ellos inaccesibles desde la razón cartesiana, dualista hasta la médula.
Y en segundo lugar si, como es reconocido en la propia ciencia, la materia no existe realmente como una realidad estable sino más bien sujeta a un flujo cambiante de vibraciones, tiene sentido aludir que toda nuestra realidad es en sí misma un estado vibratorio. Consecuentemente, la epistemológica de lo conmensurable, es decir el conocimiento de la naturaleza objetiva mediante el método científico, es un callejón sin salida para los escépticos materialistas científicos, pues es evidente que la razón dualista no puede acceder al conocimiento de la realidad "verdadera" si es que existiera, una cuestión anticipada por el propio Kant al proponernos un giro copernicano en el modo de saber hacia el idealismo trascendental.
4 - Sólo sé que no sé nada
Hasta aquí, pienso, que el avispado lector se ha rendido a la evidencia de la futilidad del pensamiento dualista mediante la razón, pues desligar la razón de la metafísica, no nos ofrece garantía alguna para dar respuesta a la pregunta inicial “¿Cuál es el sentido de la vida?”. De hecho, cada pensador o científico, cuando investigan la realidad por descubrir, pasan toda una vida para lograr un efímero descubrimiento intelectual o científico, posteriormente trascendido por otros descubrimientos de otros tantos pensadores y científicos: es por ello que se puede hablar con propiedad y certeramente de la historia de la filosofía y de la historia de la ciencia, ambas impartida en un sistema educativo actualmente en crisis de identidad.
Consecuentemente, para no perder el hilo discursivo, la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?” no puede ser respondida de un modo unívoco por la razón dualista, pues ésta solo puede conocer al Espíritu manifestado objetivamente en la naturaleza (epistemología de lo conmensurable), pero la razón no puede acceder al reino metafísico pues éste pertenece propiamente a la hermenéutica de lo inconmensurable. Y en dicho sentido es como la hermenéutica tiene su razón de ser en las cuestiones metafísicas de la subjetividad: como un Espíritu subjetivo que quiere y anhela conocer al Espíritu Absoluto.
5 - El conocimiento místico del Uno
Esa dialéctica en la búsqueda de la "verdad" si es que existe, es un camino solitario e inefable que se manifiesta en la conciencia transpersonal mediante intuiciones espirituales, es decir, son experiencias místicas que son estudiadas desde la psicología transpersonal y que, remiten inevitablemente, al despertar espiritual en una visión no-dual en la que se percibe a la realidad como conciencia de unidad. Sobre estas experiencias trascendentales, la ciencia ortodoxa tiene poco o nada que decir pues pertenecen al mundo de lo numinoso, tal como ya lo planteó Platón en la Séptima Epístola:
“Esto es lo que puedo afirmar de cualquier escritor presente o futuro que pretenda saber de los asuntos de los que me ocupo [el conocimiento místico del Uno]; a mi juicio, es imposible que tengan comprensión alguna del tema. No es algo que pueda ser puesto en palabras como cualquier otra de las ramas del conocimiento; solo después del prolongado compartir de una vida en común [comunidad contemplativa] dedicada a este aprendizaje la Verdad se revela al alma, como una llamada encendida al saltar una chispa. A este respecto no hay ningún escrito mío, ni lo habrá.”
6 - La no-dualidad
Volviendo entonces a la disertación acerca de las plausibles respuestas sobre la cuestión de “¿Cuál es el sentido de la vida?”, dichas respuestas no pueden provenir desde el dualismo mental propugnado por la razón pues habría tantas respuestas como personas creen poseer la razón, sino desde la aprehensión no-dual del sujeto cognoscente. En ese sentido, el Mito de la caverna de Platón, cobra más vida que nunca para evidenciar que el materialismo científico sólo puede estudiar las sombras de las genuinas ideas, tal como argumenta el físico Pauli. Si, además, como demuestra la física cuántica, cada persona percibe la realidad de un modo diferente, es evidente entonces que existen tantas verdades como puntos de vistas personales, lo cual nos lleva inevitablemente a una locura aperspectivista cuando buscamos responder a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?”.
Efectivamente, hay tantos sentidos de la vida como personas hay en el mundo, pues cada cual es una entidad subjetiva que persigue su propia “verdad” si es que existe y sea posible. Pero la Verdad, la Bondad y la Belleza platónicas posteriormente reflejadas en las Tres críticas de Kant y los cuatro cuadrantes de Ken Wilber, solamente pueden ser aprehendidas mediante una intuición moral básica que permita entonces trascender la epistemología de lo conmensurable mediante la hermenéutica de lo inconmensurable, como dos modos de saber sintetizado desde la no-dualidad. Ciertamente una inconmensurable tarea que implica trascender la ignorancia procedente de la realidad ilusoria exterior, sustentada dicha ilusión en los dualismos que han llevado al fracaso epistemológico de Occidente.
7 - La experiencia mística
Consecuencia de lo anterior, para dar respuesta a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?”, tal inconmensurable tarea puede llevarnos toda una vida hasta que, en una súbita iluminación cognitiva y espiritual, tenemos la idea clara y distinta de que la Sabiduría (el Bien que aspiramos a saber) se manifiesta en una compasiva Bondad hacia los demás pues todos somos Uno, un imperativo categórico en palabras de Kant más comúnmente conocido como Amor por los sabios, místicos, profetas y eruditos espirituales que ha dado la historia.
Esos insignes pensadores han dedicado toda su vida a escribir magnos tratados filosóficos y científicos. Todo genuino pensador dejará su obra mediante mapas conceptuales a través de la razón filosófica o científica, aunque no sean del todo comprendidos o compartidos por sus coetáneos. Pero los mapas conceptuales no son el territorio. Ese inefable territorio de lo numinoso maginíficamente definido por Platón anteriormente, también intenta ser expresado desde el arte (poesía, pintura, música, etcétera) como una experiencia íntima e intransferible que cada cual debe experimentar por sí mismo, en eso mismo consiste las experiencias místicas, en trascender la razón e ir hacia una actitud contemplativa tal como subyace en la filosofía perenne.
8 - La conciencia de unidad
Llegado a este punto, se puede afirmar que el sentido de la vida universal (la cual trasciende a todos los mortales) es que cada cual debe hallar su propio sentido de la vida individualmente, aunque la vida parezca un sinsentido pues, como hemos aludido anteriormente mediante la física cuántica, hay tantas percepciones de la realidad como personas hay en el mundo. Es así como el título de este artículo tiene su razón de ser al afirmar que “El sentido de la vida (en su acepción universal) es buscar el sentido de la vida (en una acepción individual)”. Y ello no es una tautología, pues aquel sujeto cognoscente que no se plantee cuál es el sentido de la vida (universal y/o individual) vive, obviamente, bajo un dualismo racional, un mapa conceptual que provoca ilusión y separación de los demás, sufrimiento y nihilismo, es decir, vive en la tan aludida caverna platónica, como si la vida fuera un sueño del que hay que despertar irremediablemente tarde o temprano.
Sin embargo, aquella persona que se plantee buscar el sentido a la vida (universal y/o individual), por el mero hecho de tener esa actitud proactiva hacia la sapiencia, ya se está planteando salir de esa noche oscura del alma, para dirigirse hacia la luz y la Bondad en términos platónicos. Y aunque esa titánica tarea de buscar el sentido de la vida puede llevar paradójicamente toda una vida, como es el caso de este escritor, se puede afirmar concluyentemente que “El sentido de la vida es buscar el sentido de la vida”. Y, si una cosa tiene en común todas nuestras vidas, así como las epifanías espirituales de los grandes místicos, filósofos y científicos que ha dado la historia de la humanidad, es que el despertar espiritual lleva inexorablemente a la intuición espiritual de que el Amor es el nexo de unión de todos los seres, en una percepción no-dual como conciencia de unidad.
9 - La intuición moral básica del amor
La sapiencia individual así percibida desde la no-dualidad obliga, inherentemente, a extender y promulgar esa expresión de la divinidad a todos los seres mediante una intuición moral básica con la posibilidad, entonces, de trascender el dualismo cartesiano que impera en la filosofía tradicional occidental hacia una filosofía transpersonal para ser impartida mediante una educación transracional, es decir, una educación que implemente la razón con el corazón pues, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo. Dicho de otro modo, es hora de que el imperativo categórico kantiano pueda ser impartido educacionalmente a través de la meditación que cada vez más centros escolares están incorporando en sus planes de estudios.
Podemos concluir, entonces, que el sentido de la vida (en su acepción universal) es que cada cual busque el propio sentido a su vida (en una acepción individual). Pero, si debe existir algún tipo de consenso racional y metafísico que merece de la pertinente atención y aplicación práctica, ello es que no puede haber ningún sentido de la vida sino es mediante la contemplación de la Verdad, y su expresión a través de la creativa Belleza para ser comunalmente compartida mediante la Bondad: un camino ascendente hacia la sabiduría que cada cual debe emprender para hallar el verdadero y auténtico sentido de su vida. Dicho de otro modo, la intuición moral básica argumentada por el inconmensurable Ken Wilber se postula como una comunión espiritual, no solo para dar algún sentido a la vida personal de cada cual sino, inherentemente, para dar un sentido a la vida cultural de la humanidad como jerarquía que debe incluir y trascender la vida de todos nosotros en una conciencia de unidad colectiva donde, el amor, es la más alta motivación que nos alienta a vivir, una cuestión ahora reconocida y evidenciada desde la neurobiología y la sociobiología. Porque, el saber sin amor, es puro egoísmo y la causa de tanto sufrimiento en este mundo.
REFERENCIA:
(1) Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego. Nació hacia el año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa: se refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Logos. Este Logos no solo rige el devenir del mundo, sino que le habla al hombre, aunque la mayoría de las personas “no sabe escuchar ni hablar”. El orden real coincide con el orden de la razón, una “armonía invisible, mejor que la visible”, aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia. Era conocido como “el Oscuro”, por su expresión lapidaria y enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: todo fluye. Los dos pilares de la filosofía de Heráclito son: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el Logos, la razón universal, lo rige: “Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue”. El hombre puede descubrir este Logos en su propio interior, pues el Logos es común e inmanente al hombre y a las cosas.
Este artículo es una reproducción del capítulo del mismo nombre de la página 313 de LA EDUCACIÓN CUÁNTICA.
Quizá donde mejor se puede apreciar la anterior exposición es en las obras contrapuestas de Richard Dawkins y Rupert Sheldrake. El primero, con El espejismo de Dios (1) afirma que la creencia en un creador supernatural se puede calificar como un delirio: “Cuando una persona sufre delirio lo llamamos locura. Cuando mucha gente sufre el mismo delirio lo llamamos religión”. El segundo, con El espejismo de la ciencia (2) ,dice es la creencia en que la ciencia ya comprende la naturaleza de la realidad. Las preguntas fundamentales habrían sido ya respondidas y solo quedarían los detalles por completar. En este apasionante libro, el bioquímico británico Rupert Sheldrake, uno de los científicos más innovadores del mundo, muestra que la ciencia está oprimida por supuestos que se han consolidado como dogmas. La “perspectiva científica” se ha convertido en un sistema de creencias: toda realidad es material o física; el mundo es una máquina constituida por materia muerta; la naturaleza carece de propósito; la conciencia no es sino la actividad física del cerebro; el libre albedrío es una ilusión; Dios existe solo como una idea en las mentes humanas. Sheldrake examina científicamente estos dogmas y muestra, de forma tan amena como convincente, que la ciencia estaría mejor sin ellos: sería más libre, más interesante y más divertida. Este científico es conocido principalmente por su promoción de lo que llama “resonancia mórfica”, una variante de la antigua hipótesis de la memoria colectiva. También dedica parte de sus escritos a otros aspectos de la parapsicología, como la telepatía o la percepción extrasensorial. Sin embargo, sus ideas son ampliamente rechazadas por la comunidad científica, que considera sus ideas como pseudocientíficas.
Como se puede apreciar hay una brecha abierta entre los propios científicos: los materialistas científicos y los místicos cuánticos . El tiempo y la historia, como siempre, pondrá a cada cual en su sitio. Ante tal incertidumbre científica sobre la realidad total susceptible de ser conocida, las divergencias cognitivas se presentan aparentemente como insalvables, como siglos atrás lo fueron el racionalismo frente al empirismo. Así es como durante más de tres siglos, la humanidad se ha precipitado en la caverna empírica, excavando y buscando la piedra filosofal mediante el método científico (“ver para creer”). Pero en los inicios del siglo XX, la física cuántica desintegró la “rígida estructura” del conocimiento dualista a la vez que iluminó la mente de algunos díscolos científicos, quienes comenzaron a considerar aunar el conocimiento empírico con la filosofía perenne (“creer para ver”), es decir, fusionar la filosofía tradicional con la oriental como magistralmente ha efectuado Ken Wilber, entre otros muchos. Por ello, esos díscolos científicos fueron peyorativamente tachados de “místicos cuánticos” por la comunidad científica manipulada desde los poderes fácticos. Estos místicos cuánticos han sido tan osados como en su día lo fueron Copérnico, Bruno, Kepler o Galileo. Estos revolucionarios científicos, tuvieron que luchar contra el dogmatismo religioso, pero los actuales místicos cuánticos tienen el enemigo en su propia casa: los escépticos materialistas científicos. Este ensayo reivindica justicia histórica en el reordenamiento de la historia donde, el misticismo cuántico, debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.
REFERENCIAS:
(1) Dawkins, Richard. El espejismo de dios. Barcelona: Espasa libros, 2007.
(2) Sheldrake, Rupert. El espejismo de la ciencia. Barcelona: Kairós, 2013.
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Quizá donde mejor se puede apreciar la anterior exposición es en las obras contrapuestas de Richard Dawkins y Rupert Sheldrake. El primero, con El espejismo de Dios (1) afirma que la creencia en un creador supernatural se puede calificar como un delirio: “Cuando una persona sufre delirio lo llamamos locura. Cuando mucha gente sufre el mismo delirio lo llamamos religión”. El segundo, con El espejismo de la ciencia (2) ,dice es la creencia en que la ciencia ya comprende la naturaleza de la realidad. Las preguntas fundamentales habrían sido ya respondidas y solo quedarían los detalles por completar. En este apasionante libro, el bioquímico británico Rupert Sheldrake, uno de los científicos más innovadores del mundo, muestra que la ciencia está oprimida por supuestos que se han consolidado como dogmas. La “perspectiva científica” se ha convertido en un sistema de creencias: toda realidad es material o física; el mundo es una máquina constituida por materia muerta; la naturaleza carece de propósito; la conciencia no es sino la actividad física del cerebro; el libre albedrío es una ilusión; Dios existe solo como una idea en las mentes humanas. Sheldrake examina científicamente estos dogmas y muestra, de forma tan amena como convincente, que la ciencia estaría mejor sin ellos: sería más libre, más interesante y más divertida. Este científico es conocido principalmente por su promoción de lo que llama “resonancia mórfica”, una variante de la antigua hipótesis de la memoria colectiva. También dedica parte de sus escritos a otros aspectos de la parapsicología, como la telepatía o la percepción extrasensorial. Sin embargo, sus ideas son ampliamente rechazadas por la comunidad científica, que considera sus ideas como pseudocientíficas.
Como se puede apreciar hay una brecha abierta entre los propios científicos: los materialistas científicos y los místicos cuánticos . El tiempo y la historia, como siempre, pondrá a cada cual en su sitio. Ante tal incertidumbre científica sobre la realidad total susceptible de ser conocida, las divergencias cognitivas se presentan aparentemente como insalvables, como siglos atrás lo fueron el racionalismo frente al empirismo. Así es como durante más de tres siglos, la humanidad se ha precipitado en la caverna empírica, excavando y buscando la piedra filosofal mediante el método científico (“ver para creer”). Pero en los inicios del siglo XX, la física cuántica desintegró la “rígida estructura” del conocimiento dualista a la vez que iluminó la mente de algunos díscolos científicos, quienes comenzaron a considerar aunar el conocimiento empírico con la filosofía perenne (“creer para ver”), es decir, fusionar la filosofía tradicional con la oriental como magistralmente ha efectuado Ken Wilber, entre otros muchos. Por ello, esos díscolos científicos fueron peyorativamente tachados de “místicos cuánticos” por la comunidad científica manipulada desde los poderes fácticos. Estos místicos cuánticos han sido tan osados como en su día lo fueron Copérnico, Bruno, Kepler o Galileo. Estos revolucionarios científicos, tuvieron que luchar contra el dogmatismo religioso, pero los actuales místicos cuánticos tienen el enemigo en su propia casa: los escépticos materialistas científicos. Este ensayo reivindica justicia histórica en el reordenamiento de la historia donde, el misticismo cuántico, debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.
REFERENCIAS:
(1) Dawkins, Richard. El espejismo de dios. Barcelona: Espasa libros, 2007.
(2) Sheldrake, Rupert. El espejismo de la ciencia. Barcelona: Kairós, 2013.
34 - EL DEBATE ENTRE CIENCIA Y ESPIRITUALIDAD
2 - EL CRITERIO DE DEMARCACIÓN ENTRE CIENCIA Y RELIGIÓN
Este artículo es una reproducción de las notsa 112 Y 113 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 309:
Desde el cambio de paradigma de la física clásica a la cuántica, han corrido ríos de tinta contra los “místicos cuánticos” por parte de los científicos ortodoxos, fieles al pensamiento académico tradicional. Se abrió así una brecha epistemológica que aún perdura a día de hoy y que deja al Criterio de demarcación científico más dividido que nunca entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. El Criterio de demarcación o problema de la demarcación se refiere, dentro de la Filosofía de la ciencia, a cómo definir los límites que configuran el concepto “ciencia”. Las fronteras se suelen intentar establecer entre lo que es conocimiento científico y no científico, entre ciencia y pseudociencia, y entre ciencia y religión(1) . Una forma de este problema, conocido como “el problema generalizado de la demarcación” abarca estos tres casos. El problema generalizado intenta encontrar criterios para poder decidir, entre dos teorías dadas, cuál de ellas es más científica. Tras más de un siglo de diálogo entre filósofos de la ciencia y científicos en diversos campos, y a pesar de un amplio consenso acerca de las bases del método científico, los límites que demarcan lo que es ciencia, y lo que no lo es, continúan siendo profundamente debatidos. Dicha dicotomía cognitiva es un tema apasionante y puede ser consultada más en profundidad en El paradigma holográfico, una obra editada por Ken Wilber (1987) donde eminentes pensadores de diversas tendencias afrontan el gran tema de la relación entre Cerebro y Mente, Materia y Espíritu (2) .
NOTAS:
(1) El conflicto entre ciencia y religión, a decir de Sir Arthur Eddington, no desaparecerá hasta que ambas partes se confinen a sí misma cada una dentro de su propio campo (como los Dos modos de saber, diferentes pero complementarios, propuestos por Ken Wilber); todo cuanto pueda facilitarnos una mejor comprensión de sus fronteras contribuiría a consolidar el estado de paz entre los eventuales contendientes. Según reporta Ken Wilber a modo de nota, lo central para Eddington, es que la física -tanto la clásica como la cuántica- no puede en medio alguno ofrecer un apoyo positivo, ni siquiera fomentar, la concepción místico-religiosa del mundo. Lo que ocurre sencillamente es que, mientras que la física clásica era teóricamente hostil frente a la religión, la física moderna es simplemente indiferente con respecto a ella, deja tantos huecos teóricos en el universo, que cada cual puede (o no) llenarlos de elementos religiosos, pero si lo hace, debe ser fundado en motivos filosóficos (como pretende este ensayo) o religiosos. La física no puede ayudar en esto lo más mínimo, pero al menos no opone ya obstáculo alguno a esos esfuerzos. La física no ofrece apoyo a la mística, pero ha dejado de rechazarla, y este hecho-es lo que Eddington sentía- ha abierto una puerta filosófica al Espíritu.
Dicha opinión de Eddington, suscrita enteramente por Wilber - esto es, la desaparición de todo obstáculo importante, por parte de la teoría física, frente a las realidades espirituales-, sería en sí realmente una espléndida novedad, de no ser por esas promesas de la luna que vienen haciendo los escritores de la nueva era, con las pretendidas “pruebas” a favor de la mística aportadas por la física moderna. Mucha gente se siente desilusionada o decepcionada por la debilidad o la molestia aparentes de la afirmación de Eddington, cuando la realidad es que esta opinión -sustentada por prácticamente todos los físicos teóricos que aparecen en este volumen- es probablemente la conclusión más resonante y revolucionaria que haya pronunciado “oficialmente” hasta ahora la ciencia teórica acerca de la religión. Constituye un giro monumental, de los que hacen época, en la posición de la ciencia respecto a la religión; es sumamente improbable una vuelta atrás en este punto, ya que se trata de una conclusión de naturaleza lógica, y no empírica (a priori, no a posteriori); supone, por tanto, según toda probabilidad, el cierre final del aspecto más incordiante del debate secular entre las ciencias físicas y la religión (o ciencias del espíritu, geist-sciences). ¿Qué más podríamos pedir? (Cuestiones cuánticas, capítulo dedicado a Sir Arthur Eddington, una obra editada por Ken Wilber (2013) donde se recogen los escritos místicos de los físicos más famoso del mundo).
(2) Wilber (1987: 7-11) en la introducción de la obra El paradigma holográfico:
El diálogo histórico, general, entre ciencia y religión se remonta al menos a Platón, Aristóteles y Plotino (aunque el término “ciencia” no significaba exactamente lo mismo que ahora). Sin embargo, las discusiones se solían centrar antes en torno a las diferencias entre ciencia y religión, sus conflictos, sus pretensiones encontradas y aparentemente irreconciliables de verdad. Pero he aquí que, de repente, en la década de los setenta, surgieron algunos investigadores y científicos muy respetados, sobrios y cualificados -físicos, biólogos, fisiólogos, neurocirujanos- y que no hablaban con la religión, sino que hablaban de religión, y, lo que aún era más extraordinario, lo hacían en un intento por explicar los datos firmes de la propia ciencia. Los hechos mismos de la ciencia, decían, los verdaderos datos (desde la física a la fisiología) solo parecían tener sentido si se asume cierto tipo de fundamento implícito, unificador, o trascendental por debajo de los datos explícitos. (…) Estos investigadores y teóricos de las “ciencias exactas” decían que sin la suposición de este fundamento trascendental, a-espacial y a-temporal, los propios datos, los propios resultados de sus experimentos de laboratorio, no admitían ninguna explicación sólida. Más aún, y aquí estaba lo sorprendente, este fundamento trascendental, cuya existencia misma parecían exigir los datos científicos-experimentales, parecía ser idéntico, al menos en su descripción, al fundamento a-temporal y a-espacial del ser (o “divinidad”), tan universalmente descrito por los místicos y sabios, ya sean hindúes, budistas, cristianos o taoístas.
La investigación pionera del neurocirujano de Stanford Karl Pribram con su libro Languages of the Brain se ha reconocido ya como un clásico moderno. Los estudios de Pribram sobre la memoria y el funcionamiento del cerebro le condujeron a la conclusión de que, en muchos aspectos, el cerebro opera como un holograma. En otras palabras (…), la parte está en el todo y el todo está en la parte, una especie de unidad-en-la-diversidad y diversidad-en-la-unidad. El punto crucial es sencillamente que la parte tiene acceso al todo. (…) Y según Pribram, este campo podría ser muy bien el dominio de la unidad-en-la-diversidad trascendental descrito (y experimentado) por los grandes místicos y sabios del mundo.
Fue aproximadamente por entonces cuando Pribram conoció las obras del físico inglés David Bohm. El trabajo de Bohm en la física subatómica y en el “potencial cuántico” lo llevó a la conclusión de que las entidades físicas que parecían separadas y discretas en el espacio y en el tiempo estaban realmente vinculadas o unificadas de una manera implícita o subyacente. En términos de Bohm, bajo la esfera explicada de cosas y acontecimientos separados se halla una esfera implicada de totalidad indivisa, y este todo implicado está simultáneamente disponible para cada parte explicada. Dicho en otras palabras, el universo físico parecía ser un holograma gigantesco, estando cada parte en el todo y el todo en cada parte.
Aquí es donde nació el “paradigma holográfico”: el cerebro es un holograma que percibe y participa en un universo holográfico. En la esfera explícita o manifiesta del espacio y del tiempo, las cosas y los acontecimientos son verdaderamente separados y discretos. Pero bajo la superficie, digamos, en la esfera implícita o de frecuencia, todas las cosas y acontecimientos son a-espaciales, atemporales, intrínsecamente unos e indivisos. Y, según Bohm y Pribram, la verdadera experiencia religiosa, la experiencia de la unidad mística y la “identidad suprema”, podría ser muy bien una experiencia genuina y legítima de este fundamento implícito y universal.
En cierto modo, este paradigma parecía marcar la culminación de una tendencia histórica discernible: desde la “revolución cuántica” de hace cincuenta años, varios físicos han descubierto intrigantes paralelismo entre sus resultados y los de ciertas religiones místico-trascendentales. Heisenberg, Bohr, Schrödinger, Eddigton, Jeans, y hasta el propio Einstein, tuvieron una visión místico-espiritual del mundo. Con la gran afluencia de las religiones orientales a Occidente (iniciadas principalmente con los Essays in Zen Buddhism de D.T. Suzuki), estas analogías resultaban cada vez más claras y enérgicas. A nivel popular, Alan Watts empezó a utilizar la física moderna y la teoría de sistemas para explicar el budismo y el taoísmo. El libro The Medium, the Mystic, and the , de Lawrence LeShan, era una aproximación más académica. Pero tal vez no hubo libro que ocupase más el interés de eruditos y laicos por igual que el de Fritjof Capra (2000), El Tao de la Física, que tuvo un éxito enorme.
Otras voces se sumaron a las suyas: Stanley Krippner en parapsicología, Keneth Pelletier en neurofisiología, Sam Keen en la “conexión cósmica”, John Welwood en psicología, Willis Harman en la nueva ciencia, John Battista en teoría de la información y psiquiatría, y muchos más. Mención especial merecen, sin embargo, las aportaciones de Marilyn Ferguson y Renée Weber. Marilyn Ferguson (1998), cuyo libro más reciente La conspiración de acuario, supone una aportación importante a todo este tema, contribuyó materialmente (a través del Brain/mind Bulletin) a iniciar el propio diálogo general. Y Renée Weber, además de contribuir con numerosos artículos e ideas, efectuó hábiles entrevistas a Bohm y Capra que ayudaron mucho a clarificar las cuestiones fundamentales.
Uno puede estar de acuerdo o no con el nuevo paradigma, y tanto los argumentos a favor como en contra están bien representados en este libro. Y “el” propio paradigma es susceptible de toda clase de interpretaciones. Algunos investigadores han creído necesario introducir dimensiones jerárquicas y evolutivas en el paradigma. Otros no han visto una identidad estricta entre ciencia y misticismo, sino únicamente algunas analogías importantes. Otros, en fin, han cuestionado si un nuevo mapa mental o paradigma, con independencia de su aparente unidad, puede llevar realmente a la trascendencia de la mente misma (que es el verdadero objetivo del misticismo genuino). Todos estos temas se debatieron en ReVision, y todos ellos quedan recogidos en las páginas siguientes.
Mi punto de vista es este: se esté o no de acuerdo con el (los) nuevo(s) paradigma(s), hay una conclusión clara: como mucho, la nueva ciencia requiere espíritu; como poco, deja un amplio espacio para el espíritu. En cualquier caso, la ciencia moderna ya no niega el espíritu. Y eso es lo que hace época. Como ha observado Hans Küng, la respuesta normal a la pregunta de “¿Cree usted en el espíritu?” solía ser “Claro que no, soy científico”. Pero muy pronto podría ser esta: “Claro que creo en el espíritu. Soy científico”.
Este libro, como la misma ReVision, constituye uno de los primeros pasos que prepara el terreno para esa segunda, y más iluminadora respuesta.
BIBLIOGRAFÍA:
Capra, Fritjof. El tao de la física. Malaga: Sirio, 2000.
Ferguson, Marilyn. La conspiración de acuario. Barcelona: Kairós, 1998.
Wilber, Ken. El paradigma holográfico. Barcelona: Kairós, 2011.
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Extracto de la página 309:
Desde el cambio de paradigma de la física clásica a la cuántica, han corrido ríos de tinta contra los “místicos cuánticos” por parte de los científicos ortodoxos, fieles al pensamiento académico tradicional. Se abrió así una brecha epistemológica que aún perdura a día de hoy y que deja al Criterio de demarcación científico más dividido que nunca entre los materialistas científicos y los místicos cuánticos. El Criterio de demarcación o problema de la demarcación se refiere, dentro de la Filosofía de la ciencia, a cómo definir los límites que configuran el concepto “ciencia”. Las fronteras se suelen intentar establecer entre lo que es conocimiento científico y no científico, entre ciencia y pseudociencia, y entre ciencia y religión(1) . Una forma de este problema, conocido como “el problema generalizado de la demarcación” abarca estos tres casos. El problema generalizado intenta encontrar criterios para poder decidir, entre dos teorías dadas, cuál de ellas es más científica. Tras más de un siglo de diálogo entre filósofos de la ciencia y científicos en diversos campos, y a pesar de un amplio consenso acerca de las bases del método científico, los límites que demarcan lo que es ciencia, y lo que no lo es, continúan siendo profundamente debatidos. Dicha dicotomía cognitiva es un tema apasionante y puede ser consultada más en profundidad en El paradigma holográfico, una obra editada por Ken Wilber (1987) donde eminentes pensadores de diversas tendencias afrontan el gran tema de la relación entre Cerebro y Mente, Materia y Espíritu (2) .
NOTAS:
(1) El conflicto entre ciencia y religión, a decir de Sir Arthur Eddington, no desaparecerá hasta que ambas partes se confinen a sí misma cada una dentro de su propio campo (como los Dos modos de saber, diferentes pero complementarios, propuestos por Ken Wilber); todo cuanto pueda facilitarnos una mejor comprensión de sus fronteras contribuiría a consolidar el estado de paz entre los eventuales contendientes. Según reporta Ken Wilber a modo de nota, lo central para Eddington, es que la física -tanto la clásica como la cuántica- no puede en medio alguno ofrecer un apoyo positivo, ni siquiera fomentar, la concepción místico-religiosa del mundo. Lo que ocurre sencillamente es que, mientras que la física clásica era teóricamente hostil frente a la religión, la física moderna es simplemente indiferente con respecto a ella, deja tantos huecos teóricos en el universo, que cada cual puede (o no) llenarlos de elementos religiosos, pero si lo hace, debe ser fundado en motivos filosóficos (como pretende este ensayo) o religiosos. La física no puede ayudar en esto lo más mínimo, pero al menos no opone ya obstáculo alguno a esos esfuerzos. La física no ofrece apoyo a la mística, pero ha dejado de rechazarla, y este hecho-es lo que Eddington sentía- ha abierto una puerta filosófica al Espíritu.
Dicha opinión de Eddington, suscrita enteramente por Wilber - esto es, la desaparición de todo obstáculo importante, por parte de la teoría física, frente a las realidades espirituales-, sería en sí realmente una espléndida novedad, de no ser por esas promesas de la luna que vienen haciendo los escritores de la nueva era, con las pretendidas “pruebas” a favor de la mística aportadas por la física moderna. Mucha gente se siente desilusionada o decepcionada por la debilidad o la molestia aparentes de la afirmación de Eddington, cuando la realidad es que esta opinión -sustentada por prácticamente todos los físicos teóricos que aparecen en este volumen- es probablemente la conclusión más resonante y revolucionaria que haya pronunciado “oficialmente” hasta ahora la ciencia teórica acerca de la religión. Constituye un giro monumental, de los que hacen época, en la posición de la ciencia respecto a la religión; es sumamente improbable una vuelta atrás en este punto, ya que se trata de una conclusión de naturaleza lógica, y no empírica (a priori, no a posteriori); supone, por tanto, según toda probabilidad, el cierre final del aspecto más incordiante del debate secular entre las ciencias físicas y la religión (o ciencias del espíritu, geist-sciences). ¿Qué más podríamos pedir? (Cuestiones cuánticas, capítulo dedicado a Sir Arthur Eddington, una obra editada por Ken Wilber (2013) donde se recogen los escritos místicos de los físicos más famoso del mundo).
(2) Wilber (1987: 7-11) en la introducción de la obra El paradigma holográfico:
El diálogo histórico, general, entre ciencia y religión se remonta al menos a Platón, Aristóteles y Plotino (aunque el término “ciencia” no significaba exactamente lo mismo que ahora). Sin embargo, las discusiones se solían centrar antes en torno a las diferencias entre ciencia y religión, sus conflictos, sus pretensiones encontradas y aparentemente irreconciliables de verdad. Pero he aquí que, de repente, en la década de los setenta, surgieron algunos investigadores y científicos muy respetados, sobrios y cualificados -físicos, biólogos, fisiólogos, neurocirujanos- y que no hablaban con la religión, sino que hablaban de religión, y, lo que aún era más extraordinario, lo hacían en un intento por explicar los datos firmes de la propia ciencia. Los hechos mismos de la ciencia, decían, los verdaderos datos (desde la física a la fisiología) solo parecían tener sentido si se asume cierto tipo de fundamento implícito, unificador, o trascendental por debajo de los datos explícitos. (…) Estos investigadores y teóricos de las “ciencias exactas” decían que sin la suposición de este fundamento trascendental, a-espacial y a-temporal, los propios datos, los propios resultados de sus experimentos de laboratorio, no admitían ninguna explicación sólida. Más aún, y aquí estaba lo sorprendente, este fundamento trascendental, cuya existencia misma parecían exigir los datos científicos-experimentales, parecía ser idéntico, al menos en su descripción, al fundamento a-temporal y a-espacial del ser (o “divinidad”), tan universalmente descrito por los místicos y sabios, ya sean hindúes, budistas, cristianos o taoístas.
La investigación pionera del neurocirujano de Stanford Karl Pribram con su libro Languages of the Brain se ha reconocido ya como un clásico moderno. Los estudios de Pribram sobre la memoria y el funcionamiento del cerebro le condujeron a la conclusión de que, en muchos aspectos, el cerebro opera como un holograma. En otras palabras (…), la parte está en el todo y el todo está en la parte, una especie de unidad-en-la-diversidad y diversidad-en-la-unidad. El punto crucial es sencillamente que la parte tiene acceso al todo. (…) Y según Pribram, este campo podría ser muy bien el dominio de la unidad-en-la-diversidad trascendental descrito (y experimentado) por los grandes místicos y sabios del mundo.
Fue aproximadamente por entonces cuando Pribram conoció las obras del físico inglés David Bohm. El trabajo de Bohm en la física subatómica y en el “potencial cuántico” lo llevó a la conclusión de que las entidades físicas que parecían separadas y discretas en el espacio y en el tiempo estaban realmente vinculadas o unificadas de una manera implícita o subyacente. En términos de Bohm, bajo la esfera explicada de cosas y acontecimientos separados se halla una esfera implicada de totalidad indivisa, y este todo implicado está simultáneamente disponible para cada parte explicada. Dicho en otras palabras, el universo físico parecía ser un holograma gigantesco, estando cada parte en el todo y el todo en cada parte.
Aquí es donde nació el “paradigma holográfico”: el cerebro es un holograma que percibe y participa en un universo holográfico. En la esfera explícita o manifiesta del espacio y del tiempo, las cosas y los acontecimientos son verdaderamente separados y discretos. Pero bajo la superficie, digamos, en la esfera implícita o de frecuencia, todas las cosas y acontecimientos son a-espaciales, atemporales, intrínsecamente unos e indivisos. Y, según Bohm y Pribram, la verdadera experiencia religiosa, la experiencia de la unidad mística y la “identidad suprema”, podría ser muy bien una experiencia genuina y legítima de este fundamento implícito y universal.
En cierto modo, este paradigma parecía marcar la culminación de una tendencia histórica discernible: desde la “revolución cuántica” de hace cincuenta años, varios físicos han descubierto intrigantes paralelismo entre sus resultados y los de ciertas religiones místico-trascendentales. Heisenberg, Bohr, Schrödinger, Eddigton, Jeans, y hasta el propio Einstein, tuvieron una visión místico-espiritual del mundo. Con la gran afluencia de las religiones orientales a Occidente (iniciadas principalmente con los Essays in Zen Buddhism de D.T. Suzuki), estas analogías resultaban cada vez más claras y enérgicas. A nivel popular, Alan Watts empezó a utilizar la física moderna y la teoría de sistemas para explicar el budismo y el taoísmo. El libro The Medium, the Mystic, and the , de Lawrence LeShan, era una aproximación más académica. Pero tal vez no hubo libro que ocupase más el interés de eruditos y laicos por igual que el de Fritjof Capra (2000), El Tao de la Física, que tuvo un éxito enorme.
Otras voces se sumaron a las suyas: Stanley Krippner en parapsicología, Keneth Pelletier en neurofisiología, Sam Keen en la “conexión cósmica”, John Welwood en psicología, Willis Harman en la nueva ciencia, John Battista en teoría de la información y psiquiatría, y muchos más. Mención especial merecen, sin embargo, las aportaciones de Marilyn Ferguson y Renée Weber. Marilyn Ferguson (1998), cuyo libro más reciente La conspiración de acuario, supone una aportación importante a todo este tema, contribuyó materialmente (a través del Brain/mind Bulletin) a iniciar el propio diálogo general. Y Renée Weber, además de contribuir con numerosos artículos e ideas, efectuó hábiles entrevistas a Bohm y Capra que ayudaron mucho a clarificar las cuestiones fundamentales.
Uno puede estar de acuerdo o no con el nuevo paradigma, y tanto los argumentos a favor como en contra están bien representados en este libro. Y “el” propio paradigma es susceptible de toda clase de interpretaciones. Algunos investigadores han creído necesario introducir dimensiones jerárquicas y evolutivas en el paradigma. Otros no han visto una identidad estricta entre ciencia y misticismo, sino únicamente algunas analogías importantes. Otros, en fin, han cuestionado si un nuevo mapa mental o paradigma, con independencia de su aparente unidad, puede llevar realmente a la trascendencia de la mente misma (que es el verdadero objetivo del misticismo genuino). Todos estos temas se debatieron en ReVision, y todos ellos quedan recogidos en las páginas siguientes.
Mi punto de vista es este: se esté o no de acuerdo con el (los) nuevo(s) paradigma(s), hay una conclusión clara: como mucho, la nueva ciencia requiere espíritu; como poco, deja un amplio espacio para el espíritu. En cualquier caso, la ciencia moderna ya no niega el espíritu. Y eso es lo que hace época. Como ha observado Hans Küng, la respuesta normal a la pregunta de “¿Cree usted en el espíritu?” solía ser “Claro que no, soy científico”. Pero muy pronto podría ser esta: “Claro que creo en el espíritu. Soy científico”.
Este libro, como la misma ReVision, constituye uno de los primeros pasos que prepara el terreno para esa segunda, y más iluminadora respuesta.
BIBLIOGRAFÍA:
Capra, Fritjof. El tao de la física. Malaga: Sirio, 2000.
Ferguson, Marilyn. La conspiración de acuario. Barcelona: Kairós, 1998.
Wilber, Ken. El paradigma holográfico. Barcelona: Kairós, 2011.
Este artículo es una reproducción de la nota 100 de la obra LA EDUCACIÓN CUÁNTICA (4ª ed.).
Extracto de la página 249:
Desde el surgimiento de la física cuántica, tal es el debate entre los materialistas científicos (método científico) y los mal llamados “místicos cuánticos” (método trascendental). Dicha dicotomía cognitiva, en realidad, es una réplica epistemológica entre la ciencia como medio de conocimiento objetivo y el misticismo como conocimiento revelado que plantean las diversas religiones. Por tanto, el debate que se plantea desde el surgimiento de la física cuántica es el encontronazo entre la racionalidad y la espiritualidad (Laszlo, 2007) (1) , una cuestión de hondo calado abordada pedagógicamente como La educación cuántica y que propugna ese nuevo paradigma de conocimiento donde el “misticismo cuántico” debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.
Sin embargo, dicha cuestión también puede ser consultada en Cuestiones cuánticas, una obra de Ken Wilber (2013) que recopila los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Sin lugar a dudas, son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.
NOTA (1): Ervin Laszlo (2007) en su obra El universo informado, resumen:
En esta visionaria y atrevida obra el eminente filósofo, científico y fundador del Club de Budapest, Ervin Laszlo plantea un campo de información como la sustancia clave del cosmos. El Dr Laszlo toma del sánscrito la palabra “akasha” (que significa “espacio”) y llama a este campo “el campo A”. En la obra Lazslo plantea que el vacío cósmico es la energía fundamental del universo y el campo de transmisión de información que “informa” al universo. Laszlo plantea que la existencia de ese campo es necesaria para explicar las múltiples incógnitas de la ciencia en la actualidad, y permite entender la sorprendente fecundidad y orden de la evolución del universo.
En este libro el autor hace un apasionante repaso de los enigmas sin resolver con los que se enfrenta la ciencia contemporánea (en la física cuántica, cosmología, en las ciencias biológicas y en el nuevo campo de la investigación de la conciencia), y como conclusión plantea el papel del “campo A” como elemento central de una nueva teoría del todo que permite resolver problemas y paradojas de la física cuántica, especialmente el fenómeno de no-localidad y del enmarañamiento quántico. También plantea su teoría del todo como la solución a las perennes disputas entre ciencia y religión.
BIBLIOGRAFÍA:
Laszlo, Ervin. El universo informado. Madrid: Editorial Nowtilus, 2007.
Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.
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Extracto de la página 249:
Desde el surgimiento de la física cuántica, tal es el debate entre los materialistas científicos (método científico) y los mal llamados “místicos cuánticos” (método trascendental). Dicha dicotomía cognitiva, en realidad, es una réplica epistemológica entre la ciencia como medio de conocimiento objetivo y el misticismo como conocimiento revelado que plantean las diversas religiones. Por tanto, el debate que se plantea desde el surgimiento de la física cuántica es el encontronazo entre la racionalidad y la espiritualidad (Laszlo, 2007) (1) , una cuestión de hondo calado abordada pedagógicamente como La educación cuántica y que propugna ese nuevo paradigma de conocimiento donde el “misticismo cuántico” debe ser reconsiderado como filosofía transpersonal.
Sin embargo, dicha cuestión también puede ser consultada en Cuestiones cuánticas, una obra de Ken Wilber (2013) que recopila los escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Son unos escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica. Todos ellos, con un lenguaje asequible y ajeno a la terminología técnica, expresan su convicción de que la física y la mística, de alguna manera, son complementarias. Sin lugar a dudas, son cada vez más los científicos que escapan de la exclusiva mirada del materialismo científico y abrazan a la espiritualidad.
NOTA (1): Ervin Laszlo (2007) en su obra El universo informado, resumen:
En esta visionaria y atrevida obra el eminente filósofo, científico y fundador del Club de Budapest, Ervin Laszlo plantea un campo de información como la sustancia clave del cosmos. El Dr Laszlo toma del sánscrito la palabra “akasha” (que significa “espacio”) y llama a este campo “el campo A”. En la obra Lazslo plantea que el vacío cósmico es la energía fundamental del universo y el campo de transmisión de información que “informa” al universo. Laszlo plantea que la existencia de ese campo es necesaria para explicar las múltiples incógnitas de la ciencia en la actualidad, y permite entender la sorprendente fecundidad y orden de la evolución del universo.
En este libro el autor hace un apasionante repaso de los enigmas sin resolver con los que se enfrenta la ciencia contemporánea (en la física cuántica, cosmología, en las ciencias biológicas y en el nuevo campo de la investigación de la conciencia), y como conclusión plantea el papel del “campo A” como elemento central de una nueva teoría del todo que permite resolver problemas y paradojas de la física cuántica, especialmente el fenómeno de no-localidad y del enmarañamiento quántico. También plantea su teoría del todo como la solución a las perennes disputas entre ciencia y religión.
BIBLIOGRAFÍA:
Laszlo, Ervin. El universo informado. Madrid: Editorial Nowtilus, 2007.
Wilber, Ken. Cuestiones cuánticas. Barcelona: Kairós, 2013.